jueves, 11 de diciembre de 2008

CASA DE OCTUBRE

I CUCÚ

Sobre la cantera
anidada de palomas que anidó de garzas
una blanca bailarina
doce campanadas danza.


II BARCO

En el jardín de altos mástiles
el viento juega a la tempestad
y a piratas con espadas
de hojas de verdad.


III CARACOLA

Desde el fondo del lago
una escalera crece adentro:
espiral asoma
y descubre nuevos tiempos.


IV DUELA

Madera entreverada
dibuja artesanas selvas.
¡Cuántos pasos marcados
en los relojes de arena!


V TERRAZA

Mosaicos de colores
festejan como dorados
todavía por antiguos soles
deslumbrados.


VI BIBLIOTECA

Libros inquilinos durmiendo en gavetas
aguardan la luz
que arderá sus letras.


VII VITRAL

Savia del aire ilumina los años
con áurea transparencia
y encajes de estaño.

viernes, 28 de noviembre de 2008

GUILLERMO MAC LEAN ESCULTOR

Al fondo del fuego
un torero levanta las manos:
Bienvenido a México, manito.

Deslumbran a Guillermo chaquetilla y alamares
en ígnea y fugaz premonición.

En su juventud un Río de Plata, hoy
Mac Lean lleva acero hasta en la médula.

La mirada se le tiñe beaujolais nouveau
ante la sola mención de la fragua.

Piensa en seiscientas figuras,
en alumbrarles un alma
que no ve la hora de poner al rojo.


Roberto Mendoza Ayala

lunes, 27 de octubre de 2008

PASIÓN VOLUNTARIAMENTE ACEPTADA

Cuando sonríes amanece de nuevo.

Sacrílego
impongo las manos bendiciendo tu carne:
el terciopelo vino de tu pasión
se ha derramado donde la noche.

Hemos ascendido luego
sobre aleteantes cálidas palomas.
Armiño vivo nos cobija y tiende
suave marea en inquietante calma.

No estoy hecho a la cera:
quiero tragarme sin pausa tu voz,
vendaval que desafía antiguos ritos,
y abre cajas y rompe velas, y…
la espuma es ya recuerdo de pleamar;
pero avisos nuevos de tormenta llena
acechan en el fondo de tus ojos.

Una ola murmura mi nombre:
verás, si no dispones otra cosa,
furia ciega cabalgar sobre doradas crestas.

viernes, 3 de octubre de 2008

COMO EL PERICO

Qué tristeza. Ser joven antes significaba audacia, alguna irresponsabilidad que se corregía con los años. Los muchachos que de manera descortés se dirigieron a gritos a nuestro Presidente hicieron uso, hasta la grosería y el libertinaje, del derecho de expresión que todos los ciudadanos gozamos en este país.

Ignoro los méritos que les hayan valido para ser premiados o invitados a la ceremonia; pero una cosa es cierta: el acto que llevaron a cabo, y por el que no recibieron sanción alguna, por sí mismo descalifica el motivo de su protesta.

Es evidente que por su edad no pudieron participar en nuestros recientes procesos electorales para tener idea de la validez de éstos; repiten como el perico consignas producto de la desinformación y de una malformación ideológica tal vez inculcada por adultos ignorantes y rencorosos.

Desaprovecharon una magnífica oportunidad para decir o hacer algo inteligente, lo que tanta falta nos hace en México en los tiempos que corren.

A pesar de sus quizá excelentes calificaciones, ambos merecen un rotundísimo cero en educación.

sábado, 13 de septiembre de 2008

¡ PERO A QUIÉN SE LE OCURRE...!

En Tlalnepantla, Estado de México, el gobierno municipal está a punto de realizar un grave atentado contra el patrimonio cultural y ecológico de los ciudadanos.

Han bardeado con láminas metálicas la mitad de la Plaza Cívica para construir en ese lugar un centro comercial con estacionamiento.

Lo grave es que dicha Alameda está sembrada con árboles, algunos con más de un siglo de existencia, que aparentemente serán derribados en secreto, no importa si todos o unos cuantos, para ceder el paso a la "modernidad".

Qué poco respeto tienen por la historia nuestros gobernantes: no me puedo imaginar ninguna cantidad de dinero que compre la conciencia de ningún Cabildo para autorizar una monstruosidad así, habiendo en todo el centro de Tlalnepantla construcciones y vecindades ruinosas que bien podrían rescatarse para el mismo fin, como se hace en países civilizados.

Estos ignorantes piensan en términos meramente mercantiles: seguramente les pareció que en ese sitio había un gran espacio desaprovechado, y hacen a un lado cualquier consideración de tipo histórico, estético o de esparcimiento para la comunidad.

Si por sus obras los conoceréis, en Tlalnepantla actualmente nos gobiernan cavernícolas.

martes, 19 de agosto de 2008

BRUJO

Pon una guitarra sobre la cama:
no te faltará mujer.

lunes, 18 de agosto de 2008

PARA QUE LA PIENSEN

Si entre las cuestiones de fondo en cuanto a la inseguridad que priva en nuestro país se encuentran la inoperatividad y corrupción del sistema penitenciario que permite que los delincuentes salgan una y otra vez de la cárcel a placer; o que desde los reclusorios mismos operen bandas dedicadas al secuestro o a la extorsión, yo propongo lo siguiente:

Aislamiento total, en celdas individuales, de los delincuentes que se hayan asociado para cometer delitos.

Me refiero a castigar a los que hayan cometido delitos mayores (secuestro, violación, lesiones, narcotráfico, asaltos, etc.) con una privación de la libertad efectiva, que en los hechos les rompa cualquier vínculo afectivo, familiar, social o económico.

Privarlos de los encuentros conyugales, limitar a dos o tres veces por año las visitas personales, tener cero convivencia con otros reos o con sus guardianes; no televisión, no radio, no teléfono, no periódicos, no computadora; muchos libros, eso sí.

Si acaso, y a solicitud de los sentenciados, realizar algún tipo de trabajo o ejercicio productivo en su celda (ejemplo: generación de electricidad, cultivo de hortalizas), como terapia individual que retribuya al Estado los gastos que origina la estancia del delincuente en el reclusorio, así como en alguna medida pague los daños que hubiere causado a la sociedad.

La situación actual de nuestras cárceles hace que estos centros en la práctica operen como verdaderas universidades del crimen. En circunstancias de convivencia los reclusos no tienen la menor posibilidad, ni la intención, de regenerarse.

Una estancia de meses o años en cárceles con aislamiento total, dependiendo del tipo de delito cometido por el reo, constituiría administrativa y económicamente una carga menor para nuestros gobiernos, mejoraría las condiciones de salubridad en los reclusorios, neutralizaría de manera emocional y psicológica a los delincuentes, y disminuiría las posibilidades de corrupción y motines.

La perspectiva de delinquir y ser condenado a una situación de aislamiento total, generaría verdadero pavor a la mayoría de la población, por todo lo que implica para la persona como ente social, aún cuando ésta fuese un delincuente nato.

Con todo y la dureza que implica, este tipo de castigo sería humanitario y efectivo pues preservaría la vida del delincuente dándole la oportunidad de la reflexión y una mayor posibilidad de regeneración, evitando la reincidencia después de ser liberado.

Protegería y retribuiría más a la sociedad que cualquier sentencia de cadena perpetua: esto último se reservaría quizá sólo para ciertos homicidas.

martes, 5 de agosto de 2008

Pena de muerte: irremediablemente injusta

Cíclicamente surge la polémica: pena de muerte, ¿sí o no? En estos días, cuando a todos ha causado indignación el secuestro y asesinato de un joven de catorce años (e imagino que no pocos hemos tenido el vergonzante sentimiento de desear la muerte de aquel o aquellos que hayan cometido dicho crimen), no han faltado hasta legisladores que colocan de nuevo el tema sobre la mesa.

Por otra parte, como mexicanos hemos estado pendientes de la sentencia de muerte que en Texas pesa sobre un connacional; y estoy seguro que más allá de cualquier presunción de inocencia o culpabilidad, o deficiencias en el proceso, todos nos hemos sentido consternados ante la sola posibilidad de la ejecución de esta persona.

Para mí la lección es clara: si existiera en México la pena de muerte, por más terrible que pudiera ser un crimen, o por más evidente que fuese la culpabilidad de alguien, nuestro sistema judicial, por su misma naturaleza humana, eventualmente podría cometer una irreparable injusticia en la persona de un inocente.

Considero que sólo por esa posibilidad: la de un error o un abuso, sólo por ese probable inocente condenado, no tiene sentido instaurar en México la pena de muerte; ni debería tener cabida en ningún país del mundo que se precie de ser humanitario o democrático.

viernes, 1 de agosto de 2008

A LA MUERTE DE DOS POETAS

Que el mundo se acabó es un hecho:
cuánta gente ha muerto.

Quedamos nosotros
esgrimiendo pomposamente
nuestra irrealidad a cuestas,
sintiéndonos soñados.

lunes, 30 de junio de 2008

LA SOBERANA IGNORANCIA

¡Qué poca palabra tienen los perredistas!

Como se les ha hecho bolas el engrudo del financiamiento y los tiempos para llevar a cabo su dizque consulta petrolera al pueblo, ahora amenazan con tomar la tribuna para evitar que los congresistas puedan eventualmente discutir y aprobar la reforma en un periodo extraordinario.

Recordemos que los foros de discusión que se llevan a cabo en el Senado tienen como objetivo satisfacer una demanda de información de los partidos frentistas, terminados los cuales el compromiso es votar en el sentido que mejor convenga a unos y a otros.
Pero por lo visto no saben perder ni proponer.

Los noventa y nueve millones de mexicanos que no asistimos el domingo al delirante Circo de la Soberana Ignorancia que lidera el peje, con nuestra ausencia le reiteramos que estamos mandando al diablo sus amenazas y su falta de seriedad.

Ojalá que la ley propuesta por nuestro presidente se vote cuanto antes, pues urge que PEMEX deje de ser el espantajo ideológico de vivales como López Obrador; y que los beneficios económicos de nuestra principal empresa nacional realmente lleguen a todos los mexicanos.

martes, 17 de junio de 2008

PRELUDIO A LA CAÍDA

El maldito tridente me estaba fastidiando las costillas.

-De ti depende, Rocco, acuérdate bien...

Empujaba suavemente, como jugando, pero sé que estaba consciente del dolor que me ocasionaba. Aspiré el olor a carne quemada emanando del subsuelo: una inmensa, teológica barbacoa.

-Acuérdate bien…

¡Pero si ya les había explicado todo con detalle! Al parecer, sin embargo, mi memoria no estaba en la mejor condición. Inventé algunas circunstancias, suplanté algunos nombres, intenté llenar los huecos que habían quedado en los recuerdos, nada que según yo alterara el hilo original, la esencia.

Así que esto era el famoso Juicio. ¿Cómo es que fui a dar ahí? Lo ignoraba por completo. Estaba discutiendo agriamente con Natalie, cuando de súbito observé un destello; un segundo después me encontraba en un lugar desierto, oscuro y pedregoso en el que apenas se distinguían en la penumbra una suerte de escalinatas blanquecinas. A mis espaldas, al otro lado, un largo precipicio recortado en el suelo de donde provenía la única iluminación del sitio: una luz naranja en movimiento, algo como una aurora infernal que producía continuamente sombras fantasmales.

Miré donde el tridente sobre mi torso: una gota de sangre resbalaba del primer piquete, trazando un camino sinuoso hacia el ombligo, el rojo ennegrecido por la siniestra luz ambiental. Fue entonces que comencé a sentir miedo, verdadero miedo.

Si sólo me hubiese acordado con precisión…pero ¡Demonios! ¿A quién le importaba a estas alturas lo que yo hubiese hecho? Siendo escritor, y siendo sincero, pensé siempre que muriendo yo, el diablo se llevaría muy lejos mi recuerdo, quedando sólo para el mundo algún legajo que a alguien le hubiese parecido interesante, y que se hubiese salvado del olvido por el momento. Porque aún después de eso, sólo el polvo sería el destino de toda la existencia humana, arte incluido.

El rostro del otro personaje era decididamente beatífico. Sus ojos verdosos y grandes traslucían terrible bondad, al mismo tiempo que una enorme compasión (¿lástima?) por mi persona.

MI ángel estaba pergeñado de manera cursi, nada digna para lo que uno supondría pudiera salir de la mente de un artista: bastante teatral, diría yo, con su túnica blanca; complexión robusta, barba cana; cinturón y sandalias con relumbroso dorado. Alas grandes, por supuesto. Plumas blancas y algodonosas, qué remedio.

Sus manos me sujetaban con firmeza, rodeando mis muñecas con la fuerza apenas necesaria para hacerme subir los peldaños que iba ganando con mis recuerdos. Miraba arriba, a lo lejos, hacia una puerta como la cima de una montaña azul envuelta en nieblas.

Una mala respuesta me hizo retroceder varios escalones a la vez; esta vez sentí, además del amago constante del condenado azadón, que me brotaba del cuerpo un sudor torrencial, una lluvia amarga.

El rostro del Diablo se henchía de placer cada vez que mi torpeza provocaba un fruncir de cejas en mi Defensor. ¿Cómo podían saber aquellos las circunstancias, los detalles de mi vida mejor que yo? Empecé a comprender: el objetivo era comprobar qué tanta sabiduría pude acumular en los inútiles años de mi paso por el mundo. No era momento para cuestionarse a quién pudiera aprovecharle eso ¡Siempre pensé que si existía un Ser Supremo, le tenía sin cuidado cuanto hiciéramos o dejáramos de hacer! Pero visto que no, el reto para mí era salir lo mejor librado de la angustiosa situación en que me tenían estos dos, jaloneándome escaleras arriba o abajo según las respuestas que yo iba dando en una, al parecer, interminable entrevista.

El Diablo se relamió los largos bigotes dalinianos, observándome con fiereza mientras sus carbones al rojo fulgían con intensidad desalmada. Era obvio que estaba pensando cómo darme en la madre de manera definitiva.

Volteé hacia mi Defensor implorando clemencia con la mirada. La suya, lánguida y acuosa me dio una respuesta inesperada que supe interpretar con claridad pasados los primeros segundos de pasmo: es el procedimiento, hijo. Mero trámite, ya lo verás.

La Puerta tan lejos, y yo francamente no veía una actitud de cooperación en el Defensor. Pensé en echarme a correr desenfrenado hacia arriba, pero era seguro que en cuanto lo intentase, sería traspasado de forma instantánea como un pedazo de carne, para ser arrojado de inmediato a aquella boca del infierno cuyas lenguas de calor a veces lamían mi piel de manera insistente y hasta provocativa.

-Rocco, piensa. Piénsalo bien…

-Descríbenos la última plática que tuviste con Natalie antes de que ella te disparara. Me refiero no a la última última, sino a la de la semana anterior a eso.

Fulminante.

Dos certezas. La primera: Natalie me pasó a joder y yo ni siquiera lo sospechaba. Tan frágil que se veía. Literalmente me había mandado al diablo, al infierno, a la chingada. O por lo menos al Purgatorio, al Juzgado, o como fuera que se llamase donde yo me encontraba entonces. De todas formas me alegró pensar que era imposible que ella se enterase de los apuros que yo estaba pasando en ese momento. Hubiera sido el colmo de su venganza.

Segunda: se acercaba el final final. Habiendo abundado hasta la saciedad en multitud de acontecimientos que muchas veces juzgué irrelevantes, me daba cuenta que esto no podía durar para siempre. Quiero decir, ya estaba bueno de haber repasado de arriba a abajo mi niñez, la historia con mis padres, los viajes que hice, los libros que escribí, las mujeres que cortejé, los pensamientos a veces no tan nobles para con mis editores y críticos, que tuve en circunstancias hacía largo tiempo olvidadas.

Sucesos que para mí jamás fueron importantes y que estaban en el fondo de mi memoria, fueron rescatados entre el Diablo y mi Defensor; y supe que tales hechos habían constituido una especie de pruebas que yo había ignorado por completo a veces de manera despótica. Dicho sin sarcasmo alguno, esta entrevista del Juicio ya había durado toda mi vida; tal vez incluso más que mi vida misma.

Confieso que nunca pude acercarme lo suficiente a la dichosa Puerta. Más bien, siempre oscilé entre subir un par de peldaños por cada respuesta adecuada, y bajar otros dos en la siguiente ronda. Toda una vida después, me encontraba igual que cuando llegué: más bien cerca del precipicio.

Eso era desastroso. Y lo peor, que no había lugar para preguntas. Nunca encontré el momento. Subir por subir, ¿tendría sentido?

Intuía lo que podría existir al otro lado de la Puerta: algo así como la magnificencia del Señor, rodeado de Coros Celestiales que entonaban de manera continua los gospels más electrizantes.

Caer implicaría, pues el olor a frito impregnaba mis pulmones, arder a fuego lento en compañía de millones de seres cuya disolución quedaba posiblemente a criterio: la segunda muerte podría alcanzarse en unos minutos, o durar para siempre. Yo suponía que eso dependía de las expectativas de cada uno. En cuanto al Cielo se refiere, unas huríes al fondo de las escalinatas, que por mi formación religiosa era imposible haber imaginado, me hubiesen presentado mayor incentivo que aquel simple portón azul.

-Acuérdate bien.

Mi Defensor, ahora sí, prensaba mis muñecas con sus gruesos dedos, como en un último y desesperado intento previo a la Caída. Su rostro denotaba una grave preocupación. Imagino que mis ojos se encontraban desorbitados, pelados como cebollas.

-¡No me dejes caer…!

-Acuérdate bien…

Comencé con el recuerdo:

Recibí la llamada de Natalie a media tarde. Hacía ya muchos días que la había evitado: la situación se complicaba por Diane.

Esta vez noté un leve tono de ironía, alguna amargura, una especie de lástima en su voz. Intrigado por las noticias que según decía ella, sólo podía darme en persona, me dispuse a salir.

Por un instante me enfrenté al arrepentimiento ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Qué podía ser tan importante? Sospeché de los garlitos a los que habitualmente me sometía Natalie: un día prometía que haríamos el amor desde la medianoche hasta el amanecer, y al llegar la medianoche, después de visitar los antros más fascinantes y escandalosos de la ciudad, se inventaba que hacía una hora la regla le bajó en el sanitario. Otras veces me sometía a interminables esperas junto al teléfono, llamándome cada media hora para avisarme que ya casi salía de su junta, hasta que el cansancio o el sueño hacían ya imposible ninguna salida.

Otras veces, muchas, es cierto, me sorprendía con una inesperada fogosidad que cancelaba de inmediato cualquier compromiso mío por más anticipado que éste hubiera sido.

En el eje de esa pasión, de esos enredos, estaban los celos por Diane la posesiva, la loca, la amiga de Natalie.

Natalie buscaba por todos los medios alejar a Diane de mis pensamientos. Natalie misma, sin embargo, se encargaba de invocarla con el sólo hecho de querer comportarse mejor que ella cuando fue mía: ser más apasionada, más ordenada, más cuidadosa en su persona, buscando complacerme en detalles en los que bien sabía que Diane me había fallado.

Por el camino la preocupación, la duda; sólo por enterarme de la verdad valía la pena reunirme con Natalie. Una noticia que sólo podía darme personalmente…algo que podría hacerme feliz o no, según lo fuera a tomar… -así me dijo.

Me apresté a hacer acopio de los mejores argumentos para convencerla que no era el momento adecuado para tener un hijo nuestro. Los clásicos sofismas y chantajes de hombres para someter a las mujeres en la continua lucha entre placer y reproducción.

Sabía que de ser así, prácticamente no había camino de vuelta: un inesperado embarazo de Natalie representaba para ella posiblemente el mayor de sus desplantes frente a la odiada Diane, a la que sin embargo hacía más de un año que yo no frecuentaba.

Sospechaba que si bien entre esas dos mujeres había un pacto público de no agresión, me encontraba en medio de una sorda lucha de poderes que se había manifestado, por ejemplo, en un súbito arranque de pasión de Natalie adentro de una alberca, donde apenas pude librarme de cometer ahí la imprudencia de penetrarla.

Sin embargo, repasando los detalles de nuestros encuentros carnales, no era del todo imposible que ella hubiese logrado ya lo que tanto deseaba. También me daba cuenta que en muchas ocasiones las tardanzas, los plantones, los aparentes olvidos de Natalie, no tenían más sentido que inmovilizarme ante una posible ofensiva de Diane, de la que sabía yo por otros círculos, no había abandonado las esperanzas de regresar conmigo, a pesar de la supuesta amistad con Natalie.

Llegué puntual al café, y no obstante lo apresurada que escuché a Natalie por el teléfono, sabía de todas formas que iba a hacerme esperar, acentuando la “gravedad” de la situación que por mucho estaba seguro, no iría a sorprenderme.

Tomándolo con calma pedí una copa de blanc cassis, paladeándolo y haciendo pasar lentamente cada sorbo a través de mi garganta, intentando adivinar en el aroma la forma y la textura de las uvas que le dieron origen. Una premonición ovular.

Y como siempre ocurría, sólo cuando Natalie estuvo a un metro de mí fue que la reconocí. Antes, la miré de lejos a mitad del camellón, enfundada en un traje sastre. La observé cruzar la Rue Saint Germain lentamente, su contoneo sincronizado al ritmo de la ciudad que la rodeaba. Ahí todavía la desconocía: el cabello acomodado distinto, su color distinto, el diferente cuerpo. La miré subir la banqueta. Con estirar un brazo habría podido rozar sus mejillas. Y sólo hasta que me encontré de frente con el destello de los ojos, el beso y la sonrisa plena de su rostro, caí rotundamente en la cuenta de que era ella desde el camellón.

La sorpresa en mi cara era algo que ella apreciaba mucho, así como yo agradecía siempre que ella cambiara totalmente de aspecto de un día para el otro.

Ordenó un cocktail verde con hojas de menta, cuyas puntas mustias molió entre los dedos y la orilla de la copa al cabo de diez minutos.

Paciencia, -pensé. No debes apresurarte. Deja que sea ella quien lleve la batuta, que ella mande y te dirija en apariencia hacia donde tú sabes que todo desembocará…

-Pues bien, ¿ya quieres saber la sorpresa?

-Lo que sea, venga.

Ella miraba el fondo de la copa, observé que en su cara las emociones intentaban desbocarse formando rostros que pasaban veloces, destellando cada uno en cuestión de segundos.

Cuando recobró la fuerza y la compostura para soltar lo que quería decirme, volteó a verme de manera extraña para preguntar:

-¿Cuándo fue la última vez que viste a Diane; quiero decir, no has salido con ella desde que la dejaste, verdad?

Suspiré aliviado, y creo que Natalie lo notó: ¡Un ataque de celos! ¡Un maldito y corriente ataque de celos! ¡Bárbaro, qué buena suerte!

-Natalie, te juro que yo…

-Estoy hablando en serio, acuérdate bien: ¿no has tenido nada qué ver con ella en estos meses?

En sus ojos una dureza inusual me indicaba que estaba dolida. Sin duda Diane la había echado a andar con alguna mentira. No cabía más que la sinceridad para tranquilizarla.

-A ver…¿Qué me quieres decir? ¿Que si he salido con ella? ¡La respuesta es no!

-…pero entonces sí la has visto.

-¡Para nada! Le he tomado las llamadas en un par de ocasiones, hasta ahí.

Su mirada cambió. Súbitamente pasó del dolor a la burla. Bajó la vista y con una media sonrisa, arrastrando las sílabas, prosiguió mientras poco a poco levantaba la cabeza:

-…pues eeeentoooonceees… te voy a decir algo que te va a sorprender: ¡Diane está embarazada, mi amor!

Un poco más y escupo el último trago de blanc cassis.

Por la actitud y los notorios celos de Natalie, comencé a preguntarme: ¿Qué chismarajo había urdido Diane? Por despecho, ella me había involucrado en algo en lo cual yo no tenía qué ver.

Natalie me miraba divertida, segura que así conviniera o no a mis intereses, el asunto se acoplaba maravillosamente a los suyos. La noticia tendría que calar en mí. Si no era yo el padre -y entre los propósitos de Natalie estaba averiguarlo con absoluta certeza-, eso le allanaba por completo el camino para dejar en la lona a su pretendida rival. Para ella, estaría eliminada de tajo cualquier intención mía de regresar con Diane. Por el contrario, si yo confesara mi pecado (y aún si no), le quedaría al menos la vengativa satisfacción de darme una noticia que descompondría por completo las cosas entre Diane y yo, pues nos conocía a ambos perfectamente, y sabía que una de las causas de nuestra separación había sido mi reiterada negativa a tener hijos. De cualquier manera, Natalie ganaba.

Pero una campana repicó adentro de mi cabeza, anunciándome otras posibilidades:

Que todo fuese una perversa maquinación de Diane, queriendo alejar a Natalie de mí.

O que se tratara de una ingenua treta de Natalie, buscando alejarme de cualquier supuesta intención de regresar con Diane.

O si lo del embarazo fuera cierto, el verdadero padre tal vez no estaba dispuesto a aceptar al hijo; de ahí el oportunismo de Diane para colgarme el milagrito, justificarse de momento, y aprovechar para joder mi relación con Natalie.

También cabía la posibilidad que fuese verdadero lo del embarazo; pero su pareja cuestionaba la paternidad a causa de los devaneos de Diane; y también por la larga, conocida e intensa relación que ella tuvo conmigo. Lo mismo: una oportunidad de oro para fastidiarme.

Pudiera ser que Diane se hubiese embarazado por despecho, o que se hubiese embarazado accidentalmente; que decidiera tener al niño, o que decidiera interrumpir su embarazo.

O que no existiese embarazo alguno, y que se inventara posteriormente un supuesto aborto, voluntario o prematuro, de Diane. Cualquiera de esas cosas no hubiese yo tenido manera de comprobarlas, pero constituirían una decepción o un acicate para moverme en el sentido que a cualquiera de las dos, Diane o Natalie, les conviniera.

A estas alturas, sin embargo, igual que yo (¡pero cómo!), era obvio (corrijo: parecía) que tampoco Natalie estaba segura de nada.

Luego de la lluvia de alertas que se encendieron en mi cerebro, una por una como el alumbrado público en una ciudad, intenté fingir la mayor de las calmas.

- ¿Cómo te enteraste, cuándo te lo dijo?

- Apenas ayer cuando platicamos la observé sentir mareos y me lo confesó. Tiene tres meses.

- ¿Y quién es el padre?

- ¿Tú crees que ella sea tan tonta como para no saberlo?

- Bueno, es algo que realmente no me importa, pero no creo que vaya por ahí diciendo que yo soy…

- ¿La crees capaz?

A las dos las creía capaces de todo.

Por primera vez en todo el Juicio, mi Defensor sonreía con satisfacción. El Diablo parecía pensativo; su tridente arañaba las escaleras, no mis costillas.

Con alivio observé algo de lo que no me había percatado en el transcurso de mi narración: de manera paulatina habíamos ido ascendiendo, y nos encontrábamos a sólo unos pasos de la colosal Puerta.

En toda mi vida de escritor, muy pocas veces había logrado captar la atención de mis ocasionales oyentes. Mi voz era más bien monótona; mi fraseo, pésimo. A pesar de haber puesto en práctica varios consejos de mis amigos, nunca logré dar a mi voz el volumen o la cadencia necesaria para cautivar al público. Me consolaba pensar que había pulido lo suficiente mis escritos: eran ellos los que en todo caso me representarían. La entonación perfecta iba a ser la de cada uno de mis lectores, ya fuera que leyesen en voz alta o no…

- ¿Qué pasó después?

- ¡Sí, Rocco, dinos!

Así que por fin lo había logrado ¿eh?
Había sido necesario llegar hasta ahí para vislumbrar el reconocimiento o la perfección a los que siempre aspiramos los escritores. Era una verdadera lástima no tener boleto de regreso.

- ¿Pues qué pasó? ¡Es lo que quisiera yo saber! La discusión de la semana siguiente en el departamento de Natalie, parece que se interrumpió de manera abrupta y lamentable ¿Recuerdan?

La Puerta Azul rechinó de modo secular, entreabriéndose y dejando pasar por una rendija un haz que iluminó de súbito la bruma de aquella siniestra caverna.

El Diablo y mi Defensor se miraron entre sí, desconcertados.

Por mi parte, consideré suficientemente bueno lo que ya les había contado. Era injusto retenerme un segundo más en aquel sitio. Me abalancé hacia la Puerta de manera furiosa, llenándome de una luz tan poderosa que hacía ver incluso las venas de mi cuerpo.

Justo en el umbral, en el último segundo, mi Defensor y el Diablo se arrojaron sobre mí, desesperados.

No quedó más remedio que arrastrarlos también en mi Caída, pues al otro lado de la Puerta no existe más que el vacío; un luminoso, blanco, eterno e infinito vacío en el que desde entonces caemos juntos, matando el tedio, inventándonos historias de final perfecto.

viernes, 6 de junio de 2008

LA CONSULTA DE LA CONSULTA DE LA CONSULTA

Yo digo que para qué pelearse: si los fapistas y perredistas quieren hacer su consulta petrolera al "pueblo", pues que la hagan cuando y como quieran; que le inviertan, y que se quemen ellos.

No tiene sentido rogarles que no lo hagan, ni demostrarles con argumentos que están equivocados en llevar de regreso la representatividad de los diputados y senadores hacia la gente, o que la figura del referendo no existe en nuestras leyes; cuando su verdadero objetivo es retrasar lo más posible, si no es que reventar, cualquier proyecto de reforma a PEMEX.

Una buena idea sería dejarlos solos, loquitos embarcados en su alucinante pejeaventura, continuar trabajando en el Congreso como si estos dementes no existieran, y que ningún legislador o funcionario emita pronunciamiento alguno al respecto, por no venir al caso, ni ser procedente lo que plantean.

De nuevo, más pronto de lo que pensábamos, estos cerebritos volverán a quedar en gran ridículo, al margen de las grandes decisiones nacionales.

jueves, 5 de junio de 2008

LO QUE ES YA NO CREER

No comparto la impresión de muchos, que consideran que la guerra contra el narcotráfico la está perdiendo el gobierno mexicano.

Para mí está claro que por más espectaculares que sean las ejecuciones aisladas y los asaltos sorpresivos de grupos paramilitares; por más vehículos y armamento que éstos exhiban en los tiroteos; por muy entrenados y audaces que parezcan los integrantes de estos grupos, nuestras autoridades están combatiendo a una guerrilla cuyos integrantes están siendo cazados sistemáticamente, uno por uno.

No importa si son diez mil o cien mil aquellos dispuestos a matar o a morir defendiendo "sus plazas" con un cuerno de chivo entre las manos: su número es finito y por mucho inferior a la cantidad de elementos que el Estado mexicano puede desplegar, y no existe día en que estos delincuentes no sean capturados por decenas en todo el territorio nacional.

De igual forma, a diario los elementos policiacos y militares confiscan por miles lo que por muchos años dio vida y sostuvo a este negocio ilegal: cargamentos de droga, dinero, armas, vehículos y propiedades. No hay "empresa" que aguante tantas pérdidas de manera tan prolongada; de hecho ya existen indicios de un encarecimiento de sus productos.

Mi impresión es que esta actividad terminará por hacerse tan riesgosa que la mayoría de estos delincuentes, si es que antes no son muertos o capturados, acabarán por huir y emigrar a otros países.

Sólo unos cuantos, los más discretos y silenciosos, sobrevivirán en el negocio y llevarán a cabo sus actividades tratando de no involucrar a sus familias y comunidades, evitando en lo posible el fomento del consumo local, pues el adicto es la punta de la madeja que puede llevar a localizar al narcotraficante.

Cuestión de tiempo y de mantener el ritmo que hasta ahora ha llevado nuestro gobierno, lo que merece todo nuestro apoyo como sociedad, hasta reducir el problema a su mínima expresión.

viernes, 9 de mayo de 2008

LEYENDO ENTRE LÍNEAS. COPA O CARAS

Observo un papel en blanco por el tiempo suficiente: bastan no más de treinta segundos para que de súbito lo que antes era una mancha inerte y sólida comience a poblarse de vida.

Los signos siempre han estado ahí. Me esfuerzo por mirar, en taladrar con la mirada la superficie para encontrar los hilos, las sombras, esas oleadas de gusanos grises esparcidos a todo lo ancho, y que se mueven de manera incesante.

Habrá quien mencione las fosforescencias de la retina, los complementos de las últimas imágenes o colores vistos por los ojos. Yo digo que existe un más allá de la simple trama. Que el tejido del mundo tal y como se nos muestra, oculta infinitas capas visuales que corresponden a los diversos momentos de la existencia. Universos paralelos, tiempos coexistentes, quizás; antimateria, dirán otros. Escarbo con los ojos levantando las capas, las ruinas, los avisos difusos que encuentran acomodo de inmediato: palabras apenas balbucidas y titubeantes que debo pescar al aire y acomodar hasta que de manera estruendosa y firme comienzan a llamarse unas a otras, para volar juntas como parvada de cuervos que me sacarán los ojos una vez mostrada toda la fuerza de lo e-vidente.
Los seres humanos, las personas, somos quienes cargamos de significado lo escrito, al haber establecido de manera arbitraria un código común para la lectura. Con todo, aún lo escrito con intención posee diferencias de signo a veces fatalmente definitivas para las personas. Los juicios, las leyes, las guerras, todo contrato, las más agrias disputas legales dejan constancia de ello.

Leer entre líneas tiene su mérito: encontrar en las frases significados adicionales más allá de lo literal.

Un problema: muchas veces el propio escritor descubre esos sentidos –exactos, innegables- con posterioridad, por comentarios de otros lectores. Todo lo que se entiende en lo que está escrito lo dijo además de, o a pesar de, su tosca intención primaria. Es sabido también que en las peores traducciones de las mejores obras, éstas últimas jamás demeritan: se enriquecen gracias al error o la intención fallida. Existe una especie de cordón que jala los significados del texto hacia un abalorio virtual.

Pero el mundo del fondo, el recorte, la silueta que emerge de los párrafos -¿copa o caras?- merece tanta atención como las letras: ése es el significado preciso y oculto de la lectura entre líneas.

Entrecerrando los ojos ante la página escrita, la serie de huecos hace sentido: caracoles, escaleras, tormentas, dragones, dibujos, ríos, nubes, lagartos, mapas, rostros, nuevas palabras. Las figuras no se establecen sólo de manera azarosa como resultado de la formación del texto: existe un lenguaje paralelo, un ritmo vital en los espacios blancos. Puede establecerse una conexión inmediata entre el sentido literal del texto, y la música que de él emana en la forma de siluetas escondidas entre las frases. Es el Tarot de las palabras. Los espacios entre las palabras, las figuras que nacen ahí, merecen nuestra atención tanto como la dispersión de sesenta y cuatro palillos chinos tirados al formular una pregunta.

Jugar al poema y hacer un sapo o un árbol (como Tablada) a partir de las palabras establece una relación directa: lo escrito es simultáneamente la imagen. Pero el fondo, sin embargo, de inmediato surge rebelde e imprudente, como queriendo decirnos algo que aún no nos hemos atrevido a escuchar. Jugar con el fondo, mirar al fondo, ésa es la clave.

Ejercicios: generar un libro a partir de juegos de luces y sombras de párrafos (¿y qué no es sino solamente eso la palabra escrita?); contrastar al extremo las páginas de un libro impreso, destacar las figuras más evidentes que nazcan de su relación con lo escrito.

jueves, 17 de abril de 2008

EL PEJE A LA MEDIANOCHE

¡Aguas, señores legisladores!
No se les vaya a colar el peje a la medianoche.

A ninguno de ustedes se le ha ocurrido que el siguiente paso del tenebroso López sea intentar proclamarse presidente de México en nuestros recintos legislativos.

Basta observar con atención los extraños movimientos del caudillo, leer un poco de historia (la nacional y la de los peores dictadores fascistas; y también la de López, la personal), para adivinar cómo y hacia dónde piensa ir ésta vez.

Aprovechando la presencia de masas delirantes en las calles, y con sus legisladores incondicionales dentro de las Cámaras, llegado el momento, todos en un descuido serían invitados a fungir como testigos de honor de la toma de protesta, donde López en su demencia es capaz de "disolver" al Congreso y nombrar un nuevo Constituyente ahí mismo.

Antes de que avancen las probabilidades de que esta locura posible ocurra, acorde con el caracter mesiánico y de autoinmolación del peje, es preciso poner orden y no ceder ante el chantaje o la amenaza. El Estado debe utilizar ya todos los medios legales y legítimos a su alcance, aún la fuerza pública, para terminar con este sainete y recuperar los simbólicos -y por ello importantes- espacios secuestrados.

El tema del petróleo ha sido sólo un pretexto muy a modo para el caudillo, enmedio de su obsesiva lucha por el poder.

No es agradable, no es políticamente correcto decirlo, pero alguien en el gobierno mexicano tiene que tomar decisiones al respecto. Es cuestión de la supervivencia del Estado tal y como lo conocemos.

Históricamente, bastante daño ya le han hecho a nuestro país los caudillos patrioteros. ¿Tendremos qué soportar a otro López?

viernes, 21 de marzo de 2008

PAPAEL

Estaba orgulloso por llevar encima la fotografía del más querido, del más carismático de los Papas que en la Historia hubiera existido. Fundamentalmente en tonos azules, pues de ese color era la capa que se vislumbraba sobre sus hombros, por lo demás la piel estaba hecha casi toda de minúsculos puntos magentas, que combinados con algunas partículas amarillas, azules y negras aparentaban una piel morena y tersa. La imagen había sido retocada por una agencia de relaciones públicas italiana, que la ofreció a la prensa mundial en un conjunto de fotografías frescas de su representado. Llegó al taller quién sabe cómo, parece que alguno de los empleados de la imprenta la trajo de su casa, donde había sido olvidada en algún cajón luego de la visita que hiciera a México el llamado Santo Borgia. Imagen que fue llevada al cuarto de los negativos, donde se realizaría la selección de color; de ahí a las láminas fotosensibles, finalmente al papel.

Un papel destinado a llevar hasta su disolución la venerada estampa, no podía haber sido hecho de cualquier celulosa. Examinadas con atención al microscopio, las fibras del producto se alineaban en una multitud de cruces que confirmaban la supremacía del catolicismo sobre cualquier otra verdad religiosa. Y puestos a indagar del origen de los árboles, encontraríamos la sorpresa que ese lote provenía de un conjunto de troncos cortados clandestinamente en Michoacán, donde hacía cien años los entonces retoños fueron regados con la sangre de varios cristeros fusilados en pleno bosque.

Así, papel e imagen estaban felices por su matrimonio, por empatar uno con la otra de manera divina.

Ni siquiera el tiradero, lugar donde finalmente llegan la mayoría de los impresos, aún los más pretenciosos, fue indigno en el trato que debía darse a la pareja: un sordo murmullo, una vocinglería, un rumor como de rezo emanaba del soporte y de los colores todavía firmes. Era imposible que millones y millones de oraciones, de buenos deseos y sentimientos para el personaje se disiparan en una nada inútil: el noble rostro del anciano, que destilaba una beatitud y una paz suficientes para convertir de manera instantánea hasta al más descreído, quedó protegido en el muladar al que había ido a parar después del desalojo violento que unos agentes hicieron de una casa donde se refugiaba un grupo de criminales devotos.

El cartel con el retrato quedó felizmente a resguardo de las inclemencias climáticas al formarse entre la basura una especie de bolsa, una cueva imposible sostenida en su bóveda por solamente esa hoja de orgulloso papel que ostentaba la cara del Papa, lo cual le daba una fortaleza estructural semejante a la del mejor acero, y que le hizo resistir gallardamente sosteniendo sobre su lomo el peso de toneladas y toneladas de porquerías que fueron acumulándose en la superficie mientras en el interior del secreto escondite refulgía la bendita luz de lo milagroso. Pues en la oscuridad, los colores permanecieron, ya que al no haber interacción con la luz del día que poco a poco va lamiendo los rojos y los amarillos de cualquier impreso, se conservaron por mucho tiempo los tonos originales de las tintas. Sólo el papel fue tornándose pardo pues los residuos de las sustancias que intervinieron en su fabricación, paradójicamente blanqueadores, con el tiempo actuaron en sentido contrario sobre la superficie.

Papel e imagen pasaron años a la sombra de una manera particularmente gozosa, donde el retratado parecía observar de manera permanente los restos de unas botellas de plástico que también resistían de manera feroz a la degradación: polímeros, producto ordinario extraído de las profundidades de la tierra, originalmente petróleo y antes que eso simple escoria vegetal, resto inútil de dinosaurios e insectos comprimidos hasta la licuefacción por las presiones telúricas.

¿Sería el olvido? ¿Cuánto dura el efecto de las oraciones? El caso es que pasado mucho tiempo sin mayor deterioro de hoja e impreso, cierto día una acumulación de gases naturales provenientes de la descomposición de la basura, prendió chispa provocando un infierno subterráneo que se extendió rápidamente por todo el relleno, provocando en la superficie el pánico de los pepenadores, que no podían realizar su labor respirando el humo tóxico y el mal olor que despedía aquel mar de desperdicios.

La mirada fue lo último. Sólo los ojos del santo, fijos en un punto, proclamaban con rabia su indignación, la furia de extinguirse junto a tanta cochinada cuando el fuego, en ardor subterráneo, indudable victoria del Mal, alcanzó su imagen por tantos años incorruptible.

viernes, 7 de marzo de 2008

POEMA

LO QUE NO SABEN

Flor de azahar:
en tu jardín de alas la noche es perfume verde,
canto de violetas donde la vida en rosa,
dicen los que saben, dura un año.
Yo digo que es sólo un minuto,
donde el canto siempre renovado de tu voz
llama y quema las manos.

La verdad desnuda es esta que me das
con la mirada rebosante de mañanas.
No se te ocurra despertarme
que así estoy bien, soñando
el nocturno Nilo desde tus espejos de agua.

Verdad es también
la geometría de tus labios,
el corazón rojo y triangular de tu boca,
que me nombra lobo y guardián marino
de tus profundidades de sal.

¡Ave profunda, marina y silvestre!
Sólo para la ciega Ignorancia,
hada malvada y cimitarra.

lunes, 3 de marzo de 2008

DE EXPORTACIÓN

Buenos para el borlote, Chávez y Correa, presidentes de Venezuela y Ecuador respectivamente, se indignan hasta el despliegue militar porque el gobierno colombiano ha puesto al desnudo el entramado narco-petrolero-económico-guerrillero-militar que sustenta el sueño guajiro y expansionista, que no bolivariano, del dictador electo Hugo Chávez. Como para que la piensen los que todavía son proclives a recibir los besos y el afecto de latinoamericanos gorilas comandantes, a quienes justifican en sus trapacerías ya sea porque se oponen al "imperio", o porque el poder también es cultura, y los tiranos presumen de cultos rodeándose de intelectuales tan, pero tan brillantes, que están cegados políticamente. Vergüenza y preocupación da que una mexicana, herida o no, esté implicada en la guerrilla colombiana. O bien nuestros pervertidos "luchadores sociales" ya son producto de exportación, o la presencia allí de esta mujer es un indicio que en México pudiera consolidarse pronto una simbiótica alianza entre narcos y guerrilla. Una siniestra combinación de fuerzas que tantas muertes inútiles, durante tantos años, ha provocado en el país hermano de Colombia.

Enviado a Reforma, el 03 de marzo de 2008

viernes, 22 de febrero de 2008

UN POEMA

DE PURO PLACER BEBO UNA COPA

No es natural que no me deshaga,
no sienta morirme en cada verso,
y que este poema hable sin sangre.

Es que festejar de tus ojos
el sabor que copio en tus labios...

Al mediodía reflejos azules de sierra
reverberaban en tus párpados,
donde lo más salado
era sólo el regalo del Mar Rojo,
y lo muy ácido
una broma alrededor de una copa.

Es la noche y me preguntas
qué quieres,
amartillando la mirada.

No existen desgarraduras.
Paradoja:
¡Si el dolor voló en pedazos
la Noche de Año Nuevo!

Sanseacabó
la frialdad del tiempo
en el paralelo cero de tu vientre…

(¿Ahora miras distinto esa línea?)

Tal vez, sí,
me acostumbre a abandonarme de mí,
a dejarme ser sólo contigo.

Pero una partícula con mi nombre
Bastará para seguir bendiciendo el tuyo.

lunes, 11 de febrero de 2008

UN CUENTO

EL NOMBRE DE LA NOVIA

El nombre en letras estilizadas nunca pudo imprimirse claramente. Las “eses” aparecían un tanto cerradas en las puntas, un defecto que hacía una notable diferencia con el nombre del novio, el cual, ese sí, estaba perfectamente nítido, legible y pesado.

Cambiamos de esténcil, mandamos a hacer un nuevo positivo fotográfico un tanto quemado para engrosar las letras y evitar el adelgazamiento en las puntas. Para colmo, el nombre de la novia con sus apellidos sumaba cuatro “eses”. El nombre del novio no llevaba ninguna.

Llevábamos ya tres días intentando resolver el problema del mejor modo posible. A los ojos de alguien no tan experto, podría ser pasable la calidad del material. Pero era una cuestión de honor entregar los trabajos de manera impecable, así fuese imperceptible en ellos cualquier variación para la mayoría de las personas.

Se hizo y rehizo la pantalla de impresión varias veces. Nunca se pudieron destapar las letras adecuadamente. El tiempo se nos venía encima y decidimos probar con una tinta adelgazada y un poco más clara, pues el color elegido era un gris medio, para ver si el solvente podría abrir un poco las esquinas que se mantenían obstinadamente cerradas, y también para intentar que el tono disminuyera un poco la visibilidad de los extremos.

Después de muchas pruebas, finalmente nos pareció adecuada una de las muestras. Las trescientas invitaciones debían estar listas para el viernes por la mañana, cuando el novio pasaría a recogerlas, debidamente ensobretadas en papel celofán, para comenzar el reparto entre los numerosos familiares y amigos.

Nuevas contingencias, otros imprevistos, retrasaron nuevamente el trabajo. Alguien había utilizado por error la tinta que habíamos preparado, y debíamos mezclar más, pero el blanco intenso se había terminado. Los sobres de celofán, lo comprobamos de último minuto, eran de un tamaño menor al de las invitaciones, por lo que había la alternativa de comprar nuevos sobres o reducir en un centímetro el tamaño de la invitación. Se optó por lo segundo.

Al comenzar a imprimir, luego de los primeros diez ejemplares, en el esténcil, sobre el nombre de la novia se pegó una pequeña astilla de madera que vino a echar a perder los siguientes diez, hasta que uno de los empleados se dio cuenta. Al retirar la basura, se despegó levemente la película plástica del esténcil, lo que provocó en éste una pequeña grieta que, viendo con poca atención las impresiones subsiguientes, originaba una marca apenas perceptible, pero que de alguna manera constituía una imperfección, una mancha, en el nombre de la novia.

No habiendo otro remedio, pues ya era el jueves, se autorizó la impresión con esa marca de la que sólo nosotros, impresores, con lupa, podíamos dar fe de su existencia. Pensé en los miles de trabajos que a la fecha habíamos realizado en el taller, y sí, me dije, de alguna manera absolutamente todos, por más mecánicos y repetitivos que fueran los procedimientos, llevaban una imperfección, algún sello que hacían denotar las vicisitudes de su elaboración, su procedencia, los trabajos que pasamos para obtener el producto terminado. Casi estaba seguro de poder identificar uno por uno los impresos que habíamos realizado, aún comparándolos con otros iguales hechos en otros talleres: observando la marca en las orillas del papel originadas por los bordes mellados de nuestras cuchillas de corte, comprobando los pequeños grabados en el papel originados por la presión de alguna bisagra colocada a cierta distancia, ubicando algunos repetitivos y microscópicos “piojos” o puntos de tinta…

Sobre las charolas se fueron acumulando las impresiones tan cuidadosamente trabajadas. Tomé una de las de enmedio, ya con la tinta seca y comprobé con satisfacción que nuestros esfuerzos habían culminado con éxito. La impresión estaba nítida, perfectamente a escuadra dentro de la cartulina; la cartulina se encontraba limpia, sin manchas ni dobleces de ningún tipo; el color era el adecuado. Observé con cuidado el nombre de la novia: sí, ahí estaba la marca, disimulada, imperceptible para ojos profanos. Por lo demás ¿a quién podría importarle después de entregadas las invitaciones y llevado a cabo el festejo en el día previsto? Por fortuna, no existían detectives en busca de imperfecciones raras en invitaciones de boda.

A las once de la mañana del viernes, recibí una llamada de mi cliente.

-¿Cómo van con las invitaciones?

- Jorge, nosotros siempre cumplimos –le dije orgulloso.

-pero ¿ya están terminadas?

-¡Claro que sí!, puedes pasar a recogerlas.

Un silencio, un murmullo embarazoso me hicieron notar que algo no estaba bien. Lo de siempre, -pensé. Resulta que el festejo va a ser en otro salón, o que me dieron mal la dirección de la iglesia.

-No importa, luego te explico…se va a cancelar todo. No te preocupes, de todas formas te pago lo que hayas hecho.

Tenían un año de noviazgo. Se llevaban estupendamente. En un par de ocasiones habían viajado juntos, lo que presume que se conocían de manera íntima. Ambos se habían presentado a sus respectivas familias. Por parte de la de él, de origen un tanto humilde, no se hacía otra cosa sino elogiar las buenas maneras y el porte distinguido de esta profesionista urbana, de buena familia e impresionante belleza. De hecho, era hasta exagerada en el cuidado de su figura: casi vegetariana, no fumaba ni bebía, empleaba toda clase de cremas exfoliantes, iba dos veces por semana al salón de belleza, salía diario a correr…

Fue precisamente esa mañana de viernes, ya con anillo de compromiso en mano e invitaciones para boda impresas, que mi cliente se encontró por casualidad con ella: debidamente ataviada en pants deportivos, adentro del auto, con su jefe, saliendo de un hotel de paso cercano al parque donde todas las mañanas ella acostumbraba correr.

No es que la cosa nos importe, después de todo, qué bueno que fue entonces y no luego que se descubrió todo. Pero ¿les digo algo? Nosotros, en el taller, siempre notamos que había algo raro con el nombre de la novia.

martes, 5 de febrero de 2008

CANTALETAS Y PATALETAS

Ya es tiempo que el IFE o la Secretaría de Gobernación aperciban e impongan una severa sanción económica al PRD, por las acciones ridículas de uno de sus integrantes que se hace llamar "presidente legítimo" de México, quien recorre todo el país bajo ese "cargo", insultando, e incitando de todas las maneras posibles a los mexicanos al enfrentamiento y a la rebelión, y sosteniéndose de los recursos que recibe del presupuesto de su partido, que todos los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos.Que yo sepa, presidente legítimo de México sólo hay uno: se llama Felipe Calderón Hinojosa, y no se puede permitir que este individuo haga lo posible por desestabilizarnos o confrontarnos, asumiéndose de manera inmoral como lo que no es.Ahora sutilmente amenaza con la violencia popular si no se le permite exponer en los medios sus argumentos contra la "privatización" de PEMEX.A este engañabobos no le faltan ignorantes seguidores; imprudente sería entonces exiliarlo o meterlo a la cárcel, sanciones previstas en varias de las leyes que dicho personaje infringe cotidianamente; pero bien puede neutralizársele imponiéndole una ejemplar y dolorosa multa al partido que de mala gana lo cobija. O se es parte del sistema democrático o no se participa en él: el PRD escarmentaría y tendría que determinar si en lo sucesivo apoyaría y permitiría desplantes como el de este su candidato perdedor, hoy una vergüenza para México, que ya fastidia con su cantaleta y sus pataletas.