miércoles, 8 de diciembre de 2010

MORIR EN EL DESIERTO

Lo del kínder incendiado por no pagar sus dueños una extorsión, va más allá de lo que ya era intolerable en Ciudad Juárez.

Hay que situar los derechos de los niños por encima del "derecho" de los delincuentes a "trabajar" sin ser molestados.

Viendo el éxito que el uso de fuerza e inteligencia lograron en Río de Janeiro, donde los cuerpos de seguridad detuvieron o hicieron huir como ratas a cientos de narcotraficantes, debiera consultarse a los juarenses para permitir un operativo similar, cerrar todos los accesos y revisar casa por casa de la atribulada ciudad norteña.

Tendríamos, a diferencia de Brasil, la ventaja adicional de que los maleantes sólo podrían huir hacia el desierto, donde no encontrarían refugio seguro.

Publicado en "Comentarios del lector" en Reforma el 08 de dic de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

UNA DE LOBOS

Arrepentirse no está
en la lengua de los lobos.

Celebramos el presente a diario
con el instinto vivo de la zarpa
que asuela dioses y desgarra mitos.

Si al anochecer
crepita lento el fuego
y feroces rasgamos el aire aromado
con violenta violeta;

si caminamos la obscuridad
sobre el doble filo
negro de tus ojos;

si amanece el día por tu piel
antes que por el alba misma,

cómo arrepentirse.

Cuando poseo
la cálida vertiente de tus días,
el remanso florido de tus humedales,
y en mi sendero se entreteje
la misteriosa línea de tus huellas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

CIBERFICCIÓN

EL HUBIERA SÍ EXISTE

¿Cómo fue que llegamos a este punto? Habría que remitirnos a los insensatos días en que dependíamos de la red para todo: la información, la publicidad, la música, las comunicaciones, el sexo, el ocio. Poco a poco fuimos cayendo en excesos delirantes.

De manera paradójica, la realidad virtual era cada vez más realista. Incluso los videojuegos ofrecían opciones de participación tridimensional en los que uno podía insertarse como protagonista dentro de películas, telenovelas y aventuras de todo tipo.

Las grandes aerolíneas y ciertos consorcios de viajes vieron mermados sus ingresos: a muy pocos les interesaba viajar a lugares donde uno podía infectarse de malaria –ésta sí verdadera y no virtual- o ser abordado por grupos de miserables que veían en los arriesgados y ocasionales visitantes de países lejanos la única oportunidad para no morirse de hambre ese día.

El mundo había cambiado, en ese momento no sabíamos si para bien. Muy pronto la verdad nos alcanzaría.

Cierta mañana todo había salido increíblemente mal para mí: discutí con Lucía por quítame estas pajas, en la calle había un tránsito endiablado, llegué media hora tarde a la oficina; en el escritorio me esperaban un par de notificaciones de cancelación de contratos.

Fastidiado, comencé a navegar en automático por la red, llegando por casualidad hasta esa página inexplicablemente mal colocada, pues yo sólo estaba buscando dar rienda suelta a mi frustración mediante el ocio. Los caminos del señor, hasta ese momento, parecían inescrutables.

La tecnología había alcanzado insospechadas fronteras: se ofrecían los servicios de un ingenio de última generación que mediante la compulsa simultánea de millones de datos era capaz de calcular en línea la dirección, el rumbo que tomaría con mayor probabilidad cualquier situación acerca de la cual se le consultara.

El gancho de la publicidad que se desplegaba ante mis ojos era la posibilidad de ingresar en los propios acontecimientos personales como en una película, con personajes casi reales interpretando nuestras diversas opciones para el futuro; o bien averiguar qué hubiese sucedido en el pasado de haber tomado decisiones distintas a las que realizábamos día con día.

Lo del futuro sonaba interesante, ¡pero el pasado! El hubiera no existe, pensé de inmediato. Lo hecho, hecho está.

Seguro era una tomadura de pelo, algo que venía a sustituir la ola de las loterías de internet con sus fabulosos premios instantáneos –previo pago de gastos de envío de tu cheque- , y aquello de las modelos rusas sonrientes que esperaban a que les enviases el dinero del pasaje para ir a visitarte y jamás llegar.

Algo, sin embargo, me hizo tomar la determinación, hacer un click de consecuencias inmensas que en ese momento, estoy seguro, ni siquiera los ofertantes de la página pudieron prever.

Después de aceptar un modesto cargo a mi escuálida tarjeta de crédito, obtuve mi contraseña e ingresé en el sitio dispuesto a perder el rato jugando a averiguar sobre mí con una especie de tarot cibernético.

Yo era el usuario número 00005, cosa que me sorprendió levemente. ¿Así que estábamos estrenando? Resignado, confié en que lo novedoso del sitio no impidiera que mi diversión estuviese garantizada.

Salté la primera de muchas páginas de prolijas explicaciones acerca del desarrollo del programa; sin embargo alcancé a entrever algo acerca de unos hindús anteriormente dedicados al negocio de los call centers, otros de los desarrolladores habían trabajado en famosas multinacionales diseñando juegos para video.

La compañía estaba basada en Madrás, pero los poderosísimos (very, very, extremely powerful) servidores se ubicaban en lugares donde todavía no se implementaban las restricciones que casi todos los gobiernos ya habían dispuesto para los servicios on-line. Luego de eso venían las consabidas explicaciones técnicas, un tutorial y algunos ejemplos con gráficos que di por vistos.

Llegué al menú de entrada. El diseño era agradable y sencillo; se ofrecía ingresar de inmediato considerando varias opciones y algunas restricciones. La alternativa para saber qué botón convenía pulsar primero era regresar diez o quince páginas en el manual de uso: nadie haría eso, la red operaba cada vez más en modo intuitivo. Sin rodeos pulsé el primer botón, el de la parte superior izquierda.

Pasé un par de horas, que se me fueron como agua, llenando una serie de cuestionarios muy bien encadenados, pues toda respuesta abría de inmediato nuevos botones y casillas con preguntas que para mi sorpresa muchas veces incluían fotografías o nombres de personas conocidas mías –de algunas ya ni siquiera recordaba los apellidos- extraídas de quién sabe qué bases de datos, pero que de manera evidente procedían de lugares inesperados: cajeros automáticos, tiendas departamentales, el sistema de justicia, la seguridad social, cámaras de seguridad en bancos y calles.

Varias fotografías procedían de fiestas y paseos familiares, imágenes quizá obtenidas de las millones de páginas sociales colocadas en la red.
Llegó un momento en que a pesar de lo fascinante del viaje por mi pasado, el reencuentro con mi olvidada autobiografía, no tuve más remedio que detenerme ante lo insistente de los recordatorios de citas y llamadas con los cuales me importunaba mi computadora.

No hubo necesidad de guardar ninguna información: el programa me señaló que ya lo había hecho por mí, y de manera automática se cerró para permitir que yo continuase con mis labores habituales. Quizá debí haber prestado más atención a ese detalle.

Al día siguiente, y por varios más, el programa se abrió de manera inteligente para seguir recolectando la información que yo mismo iba vertiendo en él, crecientemente animado por la retroalimentación de los datos e imágenes que aparecían en pantalla y que mostraban cada vez más con más precisión el recorrido de mi vida hasta esos momentos: mi infancia toda, mis enfermedades, maestros, escuelas, amigos, rivales de amores, olvidadas novias y parientes muertos; así como también casas, lugares visitados, empleos, vacaciones, restaurantes y diversiones (hasta las más confidenciales).

No había prácticamente un solo aspecto de mi vida que hubiese sido dejado de lado por el programa. Era como escribir un libro en el que a cada afirmación mía surgían de inmediato decenas de sugerencias para corroborar o descartar hechos sucedidos, incluso situaciones que yo tenía por completamente olvidadas o que hasta entonces había preferido mantener en secreto.

Dada la fruición con que me empeñaba en cargar toda la información en el engendro, no me importaba ya si existía o no un acuerdo de confidencialidad con los creadores del programa, aunque recordaba vagamente haber leído algo al respecto.

Conforme pasaron los días y se iba confrontando de manera natural la información que yo ingresaba contra la información que aportaba y procesaba el programa de manera automática, se iban abriendo múltiples ventanas de mi pasado que yo reconocía cada vez más como “mías”.

Para entonces había transcurrido casi un mes en el que, exceptuando mi nuevo y febril quehacer, la vida había alcanzado un ritmo sosegado. “Afuera” todo transcurría de manera apacible, sin mayores sobresaltos. Las idas y venidas al trabajo eran amables. Mis jefes casi no se habían presentado a la oficina, o lo hacían de manera intermitente, lo cual favorecía el tiempo que yo dedicaba a mi, al parecer, interminable afición.

Para mí era grato ir afirmando paso a paso todos los episodios de mi vida que creía perdidos para siempre. En algún momento pensé si no estaría yo inventándome un personaje, una novela o un cuento, un deseo personal más allá de los hechos reales.

Sin embargo, en los cada vez más escasos momentos que dedicaba al sueño o a la comida, a estar en casa o a pasear con Lucía y los niños, reflexionaba por ejemplo en el hecho de que el calor del sol que estaba sintiendo en la cara procedía de una gigantesca masa de helio fusionado emitiendo rayos a ciento cincuenta millones de kilómetros de distancia, las doradas manzanas del sol; o que el pasto húmedo que estaba pisando estaba tan verde como pudiese estarlo cualquier pasto en cualquier tarde luminosa de agosto. Era yo el que disponía, era yo el que sabía y nadie más: mi vida era cierta.

Me inquietaba, sin embargo, el asunto de Lucía.

De manera un tanto borrosa al principio, pero perfilándose a partir de ciertos hechos sucedidos en nuestro pasado (que no voy a mencionar), crecía en mí la convicción de una gran insinceridad de parte de Lucía. La retroalimentación de los datos que hacía poco había ingresado en el programa, reforzaba mi creencia.

Pasé entonces del frenesí a la tristeza, de la curiosidad a los celos. Y a la determinación de saber.

Solicité unas vacaciones para contar con la serenidad y la tranquilidad necesarias para afrontar la verdad, cualquiera que ésta fuese. No me costó ningún trabajo obtener la autorización: la recibí a vuelta de correo electrónico, pues los directivos principales de la empresa habían salido por una temporada.

Con tal de no fastidiar a nadie, sobre todo a Lucía, de la que me sentía cada vez más alejado y a quien veía en la casa con una mezcla de desconfianza y repugnancia, y a quien a veces sorprendía observándome furtivamente con desprecio, me inventé un viaje de negocios a una ciudad cercana.

Me instalé en un hotelito de la costa, llevándome la computadora personal que utilizaba para hacer las presentaciones a mis ocasionales clientes, y que no había tenido necesidad de usar en días recientes, dada la tranquilidad del ambiente comercial que se extendía como una calma chicha a lo largo del país.

Para no distraerme, me aprovisioné de lo necesario para no salir de mi habitación en varios días: botellas de agua y algo de comida enlatada. Antes de encerrarme, sin embargo, no me fue ajeno el hecho de que hasta el aire parecía moverse lentamente, las hojas de los árboles cayendo en él como suspendidas por horas.

Encendí la computadora y me dirigí a la página. Ésta presumía de tener ya tres mil millones de usuarios y de haberse constituido en sólo un mes como el sitio favorito de medio planeta: personas que abandonaron de manera súbita las redes sociales para instalarse en la introspección de sus propias vidas desentendiéndose de las de otros. Se esperaba contar para el invierno con la primera versión en chino del programa.

El fenómeno era atribuido a una explicable alternancia de ciclos: a partir de lo comunitario el mundo había vuelto de manera natural a lo individual, a la persona. Lo increíble es que desde hacía un mes no habíamos hablado de ello entre nosotros. Todo había sido tan rápido. Todos estábamos concentrados, cada uno, en lo nuestro.

Al paso de los días que duró mi encierro, la información acumulada empezó a rendir sus frutos: pasé a la sección del simulador temporal. Éste consistía en una especie de calendario acompañado de una serie de mapas, donde uno podía ubicar de manera precisa cualquiera de los acontecimientos de su vida, los lugares y las personas que conocía; e incluso a las que conocería más tarde, éstas por el momento sólo señaladas por coordenadas en la fecha seleccionada.

Mediante un sencillo PLAY, se generaba una película de alta definición completamente manipulable en tres dimensiones, con personajes que incluían voces muy aproximadas a las de los individuos que representaban, con el aspecto y manera de vestir correspondiente a su edad en las fechas elegidas, sosteniendo diálogos y ejecutando acciones de acuerdo a la información proporcionada por los confirmados recuerdos de los millones de usuarios de la página.

Cientos de videojuegos ya utilizaban técnicas similares para simular personajes y escenarios ficticios, incluso manejando cambios en las variables, lo que alteraba el resultado o las condiciones de los participantes. En esta ocasión la novedad radicaba en que se trataba de nuestras vidas, situaciones en las que personas de verdad ganaron o perdieron, se entristecieron o alegraron, mataron o murieron.

La extrapolación de tanta información acumulada había llegado a un refinamiento capaz de reproducir prácticamente en vivo el acontecer oculto, los detalles perdidos de la vida de cada uno de los que accedían a la página, así como también podían visualizarse las posibilidades de futuro de acuerdo a lo vivido hasta entonces.

Luego de varios intentos en los que ensayé algunas fechas con cierto nerviosismo, me ubiqué en los días y en los lugares de mis dudas. Los resultados fueron atroces.

Lloré frente a la pantalla, en la cual se representaba -literalmente frente a mis narices- , una y otra vez el engaño de Lucía, con la diáfana claridad que tendría cualquier espectador que acudiera a un cine un domingo, y donde un ignorado detalle al final resplandecía como la evidencia irrefutable. Siempre estuvo ahí.

Pasado el trago amargo de la verdad, se me agolparon un cúmulo de sentimientos que hicieron que el aire me faltara. Comencé a razonar a velocidad máxima. De manera torbellínica, los argumentos se sucedían a los fallidos intentos de justificación de mi estupidez, hasta desembocar en un acceso de cólera como pocas veces lo había tenido. Recogí todo y me marché de inmediato.

Yo sabía que algo estaba mal en todas partes desde que abandoné la ciudad; y podía sentir la tensión en el ambiente al aproximarme de regreso: la gente conducía con gesto triste o iracundo. No las caras largas de quienes están habitualmente fastidiados por el tráfico. Era algo más.

Un par de calles antes de llegar a la casa un nuevo sofoco hizo presa de mí. No estaba seguro de cuál iba a ser mi proceder con Lucía: en mi estado cualquier cosa era posible. Sin embargo, el ánimo no me daba para rehuir de la situación. Abrí la puerta dispuesto para lo peor.

Sobre el piso del departamento vacío resonó el eco de mis pasos. Tirada en el suelo de lo que fue el comedor destacaba una hoja blanca, donde Lucía dejó escrito con histéricos trazos:

¡IMBÉCIL!
¿CÓMO PUDISTE HACERME ESO?

Ella también había consultado la página.



II

Esa fue mi historia personal. Pequeña, dolorosa, insignificante. Como las miles de historias que cada uno tuvimos que enfrentar: algunos por celos, otros por curiosidad; algunos quizás por morbo, por regodearse en un suceso determinado; pero todos deseosos de conocer la verdad de un pasado recuperado, o las posibilidades de vida que se habían dejado escapar.

Después de mi regreso a la ciudad, casi tan rápido como empezó todo, en el transcurso de un par de meses, fueron sucediendo las cosas que nos llevaron al desastre.

Primero se multiplicaron los suicidios y los homicidios. Miles de familias se disgregaron. Empleados hubo que sin vergüenza asesinaron a sus patrones o bien les robaron con descaro al concluir que fueron estafados por años en sus percepciones económicas.

No faltaron escritores, músicos, pintores, y artistas de toda laya que insistían en adjudicarse los premios que debieron habérseles entregado; que si no fue así, fue por una decisión momentáneamente mal dispuesta, decían. Y eso era demostrable. El arte hubiera sido otro. Ello generó agrias polémicas intragremiales que en días disolvieron sindicatos enteros. Galerías, museos y bibliotecas fueron destruidos por neo anarquistas al grito de la consigna ¡El hubiera sí existe!

Hubo también peleas a muerte entre los hinchas de equipos de fútbol contrarios, pues fue posible conocer el resultado definitivo de partidos de campeonato en los que los árbitros habían marcado mal un penalti, o expulsado sin razón a un jugador, por ejemplo. Una vez ajustadas esas variables –no marcar el penalti, o permitir que el muchacho siguiera en el campo tras sólo una tarjeta amarilla-, todo era cuestión de que el simulador llegase hasta el final del partido para conocer el verdadero final, a veces insospechado y muy distinto a lo registrado en los almanaques.

Cientos de encolerizados ciudadanos de las provincias destituyeron en el mejor de los casos, y lincharon –en los peores- a alcaldes, diputados y empleados estatales al comprobar su corrupción, o visualizar que otros pudieron haber realizado mejor papel como servidores.

Algunos propusieron cancelar las votaciones de noviembre a cambio de correr previamente en el simulador las futuras acciones de gobierno de los posibles candidatos. El caos se generalizó cuando nadie aceptó autoridades ni candidatos. Para entonces, ya hacía semanas que no teníamos noticia del paradero de nuestro presidente.

Otros buscaron en el cobijo de antiguos amores truncados la posibilidad de redención de una vida que hasta entonces les había negado la ternura. Sin embargo, no todos los hombres, ni todas las mujeres, ni sus hijos, estaban dispuestos a aceptar así como así la llegada de un extraño con la única explicación de que “nosotros hubiéramos sido felices”. Las violaciones y los secuestros se han multiplicado: la mitad de la población del país vaga ferozmente en busca de la otra mitad.

Sobra decir que en este desorden, paulatinamente se han ido interrumpiendo los servicios. Comenzó por faltar el agua, luego la electricidad; la telefonía y la red fueron cayendo hasta estropearse del todo. Los caminos se encuentran bloqueados por automóviles inservibles. Miles de desesperados han saqueado los almacenes y las gasolineras. La basura se acumula en las esquinas, y las epidemias han hecho su negra aparición.

El ejército, sin apenas dirección, comenzó por masacrar a los revoltosos hasta que sus elementos, asustados de la absurda matanza, han optado por retirarse discretamente uniéndose a la multitud o acuartelándose en las regiones más apartadas.

Estas últimas noches las calles han sido un incendio continuo, un baile de muerte y de placeres acompañado a todo pulmón por el alcoholizado cántico de la turba. La locura alcanza a todo el continente. Dicen que los chinos ya están en la costa.

viernes, 24 de septiembre de 2010

AMSTERDAM

Fotografías de Roberto Mendoza Ayala

































Destellos de Amsterdam


POR QUÉ ALLÁ SÍ SE PUEDE.- En Amsterdam, como se intenta reproducir en la Ciudad de México, existen carriles confinados para las bicicletas, los automóviles y el metrobús; así como espacios en las banquetas destinados a los peatones; todos ellos perfectamente señalizados y con sus respectivos semáforos.

La gran diferencia estriba en que allá nadie bloquea calles de manera arbitraria, no existe el caos que aquí nos obsequian hebdomadariamente nuestros folclóricos y apestosos tianguis, no hay comercio ambulante, tampoco existen vendedores ni saltimbanquis en los altos, y los puestos semifijos –los pocos que hay- están ubicados y normados de tal manera que no obstruyen el paso de la gente.

Ah! Y la seguridad no es sólo percepción: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, niños y familias completas pueden circular sin ningún temor en cualquier medio de transporte a cualquier hora del día o de la noche por cualquier parte de esta ciudad de 750,000 habitantes.

Extrapolando para la Ciudad de México: hacer las cosas como se están haciendo en el Distrito Federal en cuanto a medios de transporte, es sólo abonar al caos. Partamos de condiciones de seguridad total, de educación cívica del pueblo bueno, del respeto a las leyes y reglamentos por parte de las “tolerantes” autoridades, y luego hablemos de bicicletas y metrobús…

LO PEQUEÑO ES HERMOSO.- El Ayuntamiento de Amsterdam, a media semana, se encuentra prácticamente vacío: sólo acude quien por cuestión extrema o urgente lo requiere. No hay, como en México, la necesidad de gestionar o solicitar nada: los servicios públicos funcionan al cien por ciento y la mayoría de los asuntos pueden resolverse mediante correo o Internet. ¿Explicaría el tamaño de nuestras Delegaciones y municipios, muchos de ellos con poblaciones que rebasan el millón de habitantes, el fracaso de nuestras administraciones, la magnitud creciente de nuestros problemas?

ASÍ O MÁS CLARO.- Hace unos años, una iglesia protestante empezó a construir un enorme campanario a su iglesia, el cual iba a exceder la altura del antiguo Palacio Real, hoy símbolo del poder ciudadano ubicado en la plaza central de la ciudad. El Ayuntamiento vetó el proyecto, al considerar que ningún monumento religioso podría estar por encima del máximo símbolo del poder civil. Y así se concluyó el asunto, con la torre a medias.

QUÉ PODEMOS ESPERAR DE NOSOTROS, HIJOS DE ELBA ESTHER.- Cuando llegas, sales del hotel y crees que caminas por el barrio turístico: los canales del río Amstel conducen agua limpia; hacia donde vayas existen árboles, flores, plantas, plazas y jardines escrupulosamente cuidados. Recorres un barrio tras otro y los estándares no cambian. La mayoría de los edificios, que datan de los siglos XVI y XVII, están conservados como si acabaran de construirse. Sus moradores son personas de verdad que dejan las cortinas abiertas para captar lo más posible de luz diurna.

Dondequiera que te asomas observas libros, pinturas y esculturas, mobiliario moderno. Todo habla de un alto nivel de vida, pero también de una exitosa y amorosa educación cívica y cultural. A medio día despliegas tu mapa para marcar lo recorrido. Entonces te das cuenta. No es la zona turística: así es toda la ciudad, así son las personas que viven aquí.

EL EXTREMISMO PASADO POR AGUA.- Desde su fundación, Amsterdam lleva el sino de la tolerancia. En sus barrios han coexistido por siglos la religión católica, las protestantes y la judía. El gobierno es absolutamente de izquierda, ciudadano y laico. Sin embargo, de manera reciente sus tranquilos habitantes han visto alteradas sus naturales convicciones, toda vez que los inmigrantes que profesan la religión musulmana en su versión extrema, pretenden que los imames despierten a la gente a las cuatro de la mañana desde los minaretes de sus mezquitas, con cánticos en altavoces a todo volumen, como ocurre en los países árabes.

La cuestión aún está a debate, pero lo que de plano resulta a todos inaceptable, es que en una ciudad con centenaria tradición marina, donde la educación exige a sus habitantes saber nadar, estos fanáticos religiosos no aceptan pasar el examen de natación, arguyendo un absurdo, medieval pudor.

¡Pues si no les parecen nuestras leyes, entonces que se vayan! Exclama molesta nuestra guía.

LUMINOSOS MAESTROS.- Holanda exhibe con orgullo su arte y sus maestros: los únicos en la Europa de los siglos XVI y XVII que carecieron del patronazgo de la Iglesia Católica, y por lo tanto, a diferencia de sus contemporáneos, desarrollaron una estética y una temática propias, alejadas del arte sacro. Rembrandt, Vermeer, Hals, no sólo fueron maestros en el manejo de la luz: también fueron personas con gran libertad de acción, y al observar sus obras es posible captar esa alegría.

EL DEDO EN EL DIQUE.- El nombre de Amsterdam, proviene de su río, el Amstel, y de Dam, compuerta o dique. Desde su fundación en una isleta del delta del río, sujeta a los vaivenes tanto de las mareas como de los niveles del Amstel, la ciudad ha luchado con éxito contra las inundaciones, construyendo un complejísimo sistema hidráulico que comprende innumerables canales, presas, compuertas, bordos, cárcamos, vasos reguladores, lagunas, pantanos y esclusas.

Para mí fue inevitable pensar en nuestra Villahermosa, y en general Tabasco, el día de hoy afectadísimo por inundaciones. Inevitable también pensar si algún día tendremos los recursos o si dispondremos todavía de tiempo –a los holandeses les ha llevado siglos- para construir un sistema similar que proteja a los tabasqueños de las acometidas del agua, considerando simplemente el tamaño de la población asentada irregularmente en su territorio.

domingo, 29 de agosto de 2010

IBA POR FIUSHA Y ME LLEVÉ A LOS MÚSICOS DE JOSÉ

Sábado por la noche en el Lunario de la Ciudad de México. Asistí al Funky Reven con Fiusha y los Músicos de José.

Para quienes aún no se han dado cuenta, existe un movimiento musical creciente a favor del funk, la tendencia originalmente creada por James Brown en los años 60.

No podría decirse que de manera silenciosa, pero sí poco a poco, los grupos en México y Latinoamérica que comparten esta onda (¿retro?) comienzan a abrirse como flores por la mañana después de la larga noche a la que nos sometieron por años los ruidosos y agresivos raperos, hiphoperos y reguetoneros que todavía dominan la escena en nuestros países, en general haciendo gala de su increíble mal gusto.

Apenas hace un par de años, en el Zinko Jazz Club, me tocó escuchar un grupo de Guadalajara que enarbolaba el funk como su principal bandera. En ese momento sí pensé que había mucha tela musical de dónde cortar todavía, aunque lo consideré una ocurrencia trasnochada de y para conocedores. Ello sin contar con la brecha generacional…

Luego de un recorrido que les ha tomado por lo menos diez años de lucha y evolución, - me entero por los datos en sus discos y en sus páginas de Internet-, Fiusha y los Músicos de José se erigen como los ejemplos mexicanos de un funk renovado, lúdico, fresco, elegante y cachondo, a tono con nuestra sensualidad latina (Esto último, si es que de eso se trata para despedir el horrísono estruendo de lo que hasta ahora ha imperado).

El Lunario tuvo una entrada decorosa, no hubo lleno, no apreturas, pero tuve la oportunidad de realizar una observación cuidadosa de la concurrencia: adiós a las playeras negras, a la celebración de la muerte y la depresión: el funk festeja la vida.

Tengo desde hace meses el primer y -único hasta ahora- disco de Fiusha, que se ha me ha convertido en un favorito. Sin embargo, su tocada en vivo me resultó más bien decepcionante, y pude notar que hasta para los integrantes de la banda fue así: algo en la mezcla de sonidos que no cuadró, al grado de hacer inentendibles las letras de la mayoría de las canciones (era notorio el sufrimiento de los vocalistas).

La batería, a nivel excesivo, lastimaba los oídos sin remedio. Los detalles finos del tecladista se perdían en confusión. Todo dio por resultado que el esperado Reven por parte de Fiusha jamás prendiera entre la gente, que se contentó con ir trabajosamente reconociendo, casi adivinando, las rolas que en su disco se disfrutan con nitidez.

Llegados a este punto, pensé que tal vez mi edad o lo desacostumbrado que pudiera estar a un ambiente de “groove”, me hacían añorar la acústica desde la comodidad de mi oficina.

Pero hete aquí que veinte minutos después llegan los Músicos de José al mismo escenario y la diferencia en la calidad del sonido se hace notar de manera instantánea. No obstante que yo no conocía en especial ninguna de las piezas de esta banda, no pasaron más de tres minutos para que me envolviera una calidez en la que para empezar eran reconocibles todos los instrumentos por separado.

De manera mágica la noche tomó otro giro, y rápidamente las piezas nos llevaron a ese delicioso momento tribal en el que pasamos de la simple escucha al contoneo rítmico y colectivo del cuerpo.

Misma calidad de ejecución, mismos instrumentos (aunque Los Músicos adicionan metales), idéntico talento compositivo, mismo escenario, diferentes mezclas de sonido, distinto resultado: el Reven sí se dio.

Fiusha seguirá siendo de mis favoritos, espero con ansias el siguiente disco, y estoy seguro que corregirán lo que haya estado fuera de lugar esa noche. Pero la sorpresa de la música de los Músicos… Hay que seguir con atención a esta banda, que fusiona con alegría el funk con la cumbia o el klezmer; el soul con la salsa o la polka. Nunca los vi sufrir en el escenario: era evidente su gozo, la buena vibra que finalmente acabó por abrazarnos a todos en su armoniosa onda expansiva.

Saludos a Nezíj y a María José.

martes, 24 de agosto de 2010

EL NEGRO

Yo también tengo las manos manchadas. Adoro el olor de la tinta fresca. Me gusta observar los reflejos de la tinta antes de revolverla para colocarla en la malla o en la máquina de impresión. Me gusta constatar su firmeza, su claridad, la pureza con que devuelve la luz, distorsionada y brillante, como en los espejos de Chapultepec donde reíamos de niños viendo las figuras deformadas: el enano, el gordo, el jorobado, el aplastado, el patotas.

El olor a barniz, a solventes, a pigmentos, es mezcla de olores sugerentes. “Me gustas porque hueles bonito”, me decías entonces, acercando la punta de tu nariz al cuello de mi camisa, porque entre mi piel y la tela se concentraban los químicos durante las horas de trabajo, haciéndome luego exudar el característico perfume del impresor. Y aspirabas fuerte, olisqueando como conejo, haciéndome cosquillas y regodeándote en el –según tú- agradable aroma. Hasta recuerdo que entre broma y veras, alguna vez lo confesaste todo: “Me enamoré de ti por tu olor”, reprochándome el cambio de mis actividades por unas de medio burócrata que nada tenían que ver con la luz.

Y ese negro brillante, esa goma de xantano, ese carbón, esa hulla, ese óxido que de tan azul profundo resulta negro, lo balanceas en el extremo de la espátula. Es el mundo en vilo en la punta de tu herramienta, lo que está a punto de suceder y de anunciarse, es decir, de pre-verse como en una premonición. ¿Qué papel será finalmente manchado por qué moléculas negras? Hormigas finas y translúcidas comeluz, letras y palabras que harán la diferencia con el papel, el contraste, luz amortiguada y puesta a buen recaudo, vigilada por negros carceleros que dormirán aplastados unos contra otros en sus blandas camas mientras la Historia dure lo que tenga que durar; hasta que los elementos o los hongos o algún insecto vuelvan a fundir los significados en el estómago del Todo.

El negro es el primer color. El más agradable, el más brillante y vivo. El que todo lo permite, el que no admite medias tintas. El negro grita fuerte: bien puesto no deja lugar a dudas. Es lo que es sin vacilaciones. Otros se disolverán, se confundirán con el soporte, se tornarán invisibles con el tiempo, palidecerán. El negro quema: es rastro inequívoco, ceniza donde hubo incendio, lumbre. Esta página, una vez definitiva, abandonará mis manos, mi mente, cualquier cosa de más que se me ocurra después, y no habrá entonces remedio, ni existirá retorno. Estará condenada a provocar gozo o náuseas a regocijo o a pesar mío. Se igualarán las sombras para siempre, pues nunca sabré si detrás de mí, de mi existencia, alguien ose asomarse a este escrito.

Por eso siempre abro con algo de reverencia los libros viejos, mientras más viejos, mayor respeto, casi seguro de sostener el certificado de defunción de su autor. Hurgo entonces en la mente del muerto con un placer que raya en la insania: me estoy leyendo a mí mismo.

viernes, 20 de agosto de 2010

PAYASOS Y MIOPES

Me pregunto cuántos candidatos a gobernador asesinados necesitarán los priístas para dejar atrás su mezquindad y sentarse a trabajar con nuestro Presidente para atacar a fondo el problema del crimen organizado.

Como sociedad debemos exigir a los coordinadores tricolores del Senado y de la Cámara de Diputados que se dejen de payasadas y tengan la cortesía de sentarse a debatir los grandes temas nacionales cuando se les convoque, pues para eso se les paga.

martes, 10 de agosto de 2010

DOS POEMAS CÓSMICOS

SUCEDE ANOCHE

Deriva de continentes,
pliegues y fracturas abisales
de un Corazón ardiente y líquido.

Cartesiano ubico tus ojos
en furioso centro
de telúrico planeta.

Tremores, ráfagas,
elementos nuevos,
transformación profunda del paisaje
en una sanguínea química y futura.

De lo alto llegan luces:
un ciego relámpago
alcanza al tacto
tus profundas aguas.

Es hora de las rotaciones
y el cambio de ejes,
restablecer el antiguo polo
midiendo la inclinación
en el sextante de tus dedos.

Referencia: norte
Latitud: aproximada
Posición: tu cuerpo

De la pangea fragmentada venimos.

Añadimos como siempre
eones a la suma por sí
infinita
de nosotros.




EL NECIO

Habré de hacerme oír
cuando no quede seña de lenguajes
ni escritura humana.

En honda pulsación fuera de órbita
alguna intermitencia mía
se mostrará inteligente.

Leve música de mi nostalgia
acosará futuras naves,
y astronautas inconcebibles
asediados por una última aurora,
escucharán voces a la débil luz
de mi más potente grito

Cierta vibración, algún pautado ritmo
redundará por siglos en el espacio
hasta formar la improbable piedra
asteroide de la Memoria.

Fragmentada, alcanzará sin duda
superficie de planetas nuevos,
sacudirá su milenario polvo
ante miradas extrañas
que brillarán morbosas
con una breve incandescencia.

Iluminadas,
festejarán la supuesta disolución
de este necio, contumaz recuerdo.

martes, 20 de julio de 2010

TURQUÍA HUELE A FLORES














































































Cuando llegamos a Estambul, pensé que mañosamente, el personal de la agencia de viajes que había ido por nosotros al aeropuerto, de manera intencional nos estaba dando un paseo por “lo bonito” hasta llegar a nuestro hotel.

Parques con el pasto impecablemente verde y rasurado, decenas de cafés y restaurantes llenos a rebosar, amplias avenidas, niños jugando, gente vestida elegantemente, mujeres en minifalda, ejecutivos de saco y corbata esperando el metrobús, automóviles de modelo reciente, bancas con enamorados besándose, construcciones antiguas pero bien conservadas, edificios ultra modernos; orden, limpieza y flores, muchas flores.

¿Dónde los árabes y su caligrafía? ¿Dónde los musulmanes barbudos de mirada torva? ¿Dónde los camellos, los tendidos de lonas de los bazares, las mujeres de las que sólo se conocen los ojos? ¿Y los ladrones que secuestrarían a nuestras mujeres? ¿Y los policías que nos pedirían de manera grosera nuestros papeles y nos extorsionarían para no llevarnos a la célebre prisión del expreso de medianoche?

Pues todas esas patrañas fueron cayendo por su peso al cabo de los días. Turquía hoy es un país como el que probablemente los mexicanos tendríamos qué aspirar a ser. Ellos son tan musulmanes como nosotros católicos: pocas expresiones encontré de fanatismo en la gente. Tienen su propia moneda, la lira turca, que de tan estable ya no les interesa sustituirla por el euro e ingresar a la CCE ¿Para qué?

Turquía, hasta el comienzo del siglo XX, era el enorme imperio otomano que abarcaba lo que hoy es Siria, Palestina, Arabia, Libia, Marruecos, Rumania, Bulgaria…territorios de los que al término de las guerras, ingleses y franceses dispusieron o se repartieron de manera generosa conforme a sus intereses estratégicos.

Algo de esa grandeza antigua, cierta altivez, se percibe en la mirada de los habitantes de la actual Turquía. “No somos árabes”, insisten. De hecho, su líder histórico, Ataturk, en sólo quince años los llevó a olvidarse del Corán como única lectura, del fez y de la caligrafía árabe, para instituir de manera obligatoria la educación laica, la vestimenta y el alfabeto occidentales como instrumentos de modernización y progreso para su pueblo.

Tienen seguro social, pagan impuestos, el campo es de propiedad privada aunque se trabaja colectivamente. Respetan y aman las leyes, su historia, los monumentos, museos y sitios arqueológicos. Prácticamente no encontramos basura ni grafitti. Existen normas estrictas para conservar bosques, ríos, construcciones, y hasta el paisaje mismo. En carretera nadie maneja a más de 70 km/hr, por lo que supongo, los accidentes de tránsito han de ser escasos.

Aún en las ciudades más pequeñas y apartadas, es una constante el esquema de construcciones cuidadas, parques llenos de flores y plazas arboladas, avenidas amplias y bien pavimentadas. Niños de cinco o seis años caminan solos y uniformados hacia sus escuelas. La publicidad espectacular es esporádica y situada de manera estratégica para no afear el ambiente. Quien conoce Europa, pudiera suponer estar en Londres si visita Estambul, o en algunas ciudades de Francia, si visita el interior, con mujeres que eventualmente utilizan pañoletas.

Turquía es un país que por dondequiera huele a flores, repleto de viñedos, olivos y cipreses, entre los que destacan, aquí y allá, los minaretes y cúpulas de las majestuosas mezquitas que antes fueron iglesias, que mucho antes fueron construcciones romanas, y que primero fueron mármol de templos griegos.

No hay que olvidarlo, la mitad del mundo griego que conocemos en los libros de historia, está situado en lo que hoy es Turquía: Efesos, Mileto, Troya, Pérgamo, por citar algunos nombres.

Y de tanto cruzarse los rumbos de la historia y las culturas por estas tierras, Ulises, Alejandro Magno, Ciro de Persia, Afrodita, Adriano, Constantino, Ataturk, Ricardo Corazón de León y muchos más, gente o leyenda, se encuentran todos aquí reunidos en armoniosa convivencia.

Muchas preguntas quedan pendientes para responder. Pero la primera impresión es altamente positiva. No es que nos hayan llevado de paseo sólo por los rumbos “nice” de Turquía: es que todo su territorio mantiene un estándar de bienestar que ojalá pudiéramos alcanzar en México, tomando ejemplo de lo bueno que un país tan similar al nuestro –rica tradición histórica, densidad de población, recursos naturales, clima, geografía- ha logrado de manera espectacular en tan solo unos cuantos años.

viernes, 21 de mayo de 2010

TENANGO DEL AIRE

El pasado sábado 15 de mayo fui invitado a presentar el libro “La Tarde se consume” de Luis Carlos Minjárez.

A las 12 del día pasé por María Ángeles Juárez y Georgina Herrera, sobre la Av. Fray Servando Teresa de Mier de la Ciudad de México. Considerando el intenso tráfico en la salida a Puebla, calculé un par de horas para llegar a Tenango del Aire, lugar de la presentación.

El camino fue cómodo, a excepción de algunos kilómetros de más, ya que por no contar con un mapa a la mano, y por no existir en ningún lado señalamientos específicos, nos perdimos un poquito. Finalmente arribamos con bien a la plaza principal del lugar.

En lo que hacíamos tiempo para que llegasen por nosotros procedentes de Chapingo, aprovechamos para curiosear por el sitio que es bastante pintoresco, con una enorme iglesia restaurada, de la que se aprecian partes de la primera construcción.

En el atrio, unos gruesos y retorcidos troncos de olivo me emocionaron al contemplar la antigua señal de vida sembrada ahí por los frailes que edificaron la iglesia. Siglos después, todavía hay retoños brotando de la madera seca y blanca.

Leímos las inscripciones de algunas lápidas adosadas a los restos de un muro: todos los muertos son de 1912, año que no nos pareció tan antiguo quizá por proceder nosotros mismos de las entrañas del siglo XX. Sin embargo, es una fortuna consignarlo aquí, a mis cincuenta y un años, gozando de absoluta salud y lucidez (eso creo, o tal vez no he sido suficientemente examinado).

El interior de la iglesia tiene mucho encanto y varios nichos vacíos: esperemos que no sea por el robo de arte virreinal, ya que el patrimonio artístico del Estado de México ha sido sistemáticamente saqueado por coleccionistas sin escrúpulos.

Dimos una vuelta por la sacristía, con un patio central donde el tiempo fluye lento de una callada fuente.

Al salir, apreciamos la bondad del día: un cielo continuo apenas marcado por algunas nubes aisladas, quietud acompañada por la verde vista del prado y por los árboles del recinto; temperatura exacta del aire que apenas se dejaba sentir.

Hacia el mercado, los puestos de mercancías diversas ofrecen sus productos. Es unánime nuestra apreciación: el Ayuntamiento debiera regular -y en el mejor de los casos vetar- al que ofrece discos pirata, que sin ningún recato lanza a todo volumen las estentóreas notas de las bandas del momento. Mala música que ensucia el paisaje del tranquilo kiosko y las aves que pueblan el parque. Yo no recomendaría altavoces para la plaza: sólo silencio.

Pasamos también frente a la presidencia municipal, donde unas placas nos refieren la etimología de Tenango Tepopula (“en la muralla destruida”), y que a partir de 1812, por los remolinos de viento frecuentes en el lugar, pasó a denominarse “del Aire”.

Una vez que llegaron Luis Carlos Minjárez, Rosa Ivette Tapia y toda la comitiva en una gran camioneta, nos dirigimos a la casa del pintor Nahúm B. Zenil, ubicada a unas calles de la plaza. Conforme nos acercábamos, iba yo admirando la sencillez y tranquilidad del lugar, desde donde se avistan los muy cercanos volcanes del Valle de México.

La casa de Nahúm B. Zenil está construida completamente de adobe, en dos plantas, con un gusto particular que ha aprovechado el clima y la fertilidad del terreno para hacer crecer enredaderas por las paredes exteriores de la casa.

Pasamos por un extenso jardín un tanto salvaje, lleno de flores y fuentes, adornos de piedra, algunas esculturas, magueyes y nopales bien dispuestos, en medio de los cuales se habían colocado mesas y sillas. Los de Chapingo llevaron cazuelas con mole, tinga, nopales, etcétera, con los cuales saciamos nuestra hambre.

Un rato después, de manera un tanto apresurada, pues se acercaba la hora de la presentación, entramos a la casa para ver las obras que estaban exhibidas. Debo explicar que la casa del pintor es al mismo tiempo una galería, es decir, los espacios que él utiliza habitualmente para dormir, ver la televisión, leer o cocinar, están adornados con cuadros y objetos diversos (máquinas, libros, vitrinas, cajas, repisas) producidos por él y por otros artistas que acuden de manera regular a los talleres que organiza de manera permanente en Tenango del Aire.

El estilo de Nahúm B. Zenil es fuerte, intentando casi siempre exorcizar los aparentes demonios vitales que le acosan, o por lo menos eso deja ver en su obra, aunque él en persona es perfectamente tratable, y -esa impresión me llevé de todo el día-, se ha constituido en una especie de líder cultural en la región por medio de las actividades que idea y coordina personalmente.

Maestría, dominio en el manejo del dibujo. Aún cuando los cuadros en su mayoría sean de formato menor, por las obsesiones y la temática no pude evitar pensar en Julio Galán. Ya después, Roberta me ilustraría señalándome que tanto Nahúm B. Zenil como Julio Galán pertenecen a la misma generación impulsada por el galerista regiomontano Guillermo Sepúlveda.

Luego de nuestro breve recorrido, salimos todos en procesión de regreso a la plaza, hasta el Cine Edén, antiguo recinto restaurado y conservado por una de las familias del pueblo. Hoy está transformado en un embellecido galerón que los domingos abre sus puertas transformado en restaurant. Nos informan que siempre está a reventar, y es lugar de peregrinación de turistas conocedores, ansiosos por encontrar un rincón apacible para comer y un poco de aire puro y áreas verdes para sus hijos. (CONTINUARÁ)

lunes, 5 de abril de 2010

LA POSESIÓN ABSOLUTA DEL DESEO


De Cándidos Recreos es el tercer libro de poemas de María Ángeles Juárez Téllez (Tingambato, Michoacán, 1951).

El tiempo transcurrido desde la publicación de su anterior poemario Bajo los Girasoles (La Máquina Eléctrica, Ciudad de México, 1987) hasta la fecha, ha sido en gran parte dedicado por ella a escribir otros libros relacionados con la investigación y la difusión de la obra del escritor campechano Juan de la Cabada, de quien Juárez Téllez fuera asistente en los últimos tres años de la vida de éste.

En los Cándidos Recreos, la autora nos conduce a un viaje pleno de recuerdos, ausencias y erotismo, sobre el camino multicolor sembrado con las flores de su memoria, rebasando el lirismo imperante en mucha de la actual poesía mexicana, donde a veces se olvida que el poema es una máquina en la que cada palabra deberá ajustarse de manera precisa y necesaria al poema, o no escribirse.

Como aconsejaba Rilke, las vivencias infantiles y adolescentes de Juárez Téllez se vuelven aquí detonadores de la experiencia literaria, trascendiendo las consideraciones inmediatas de la autora, y constituyen magnífico pretexto para verter en la matriz del poema, con oficio, el inasible sentido poético que proporciona vida propia a lo escrito.

Con un lenguaje que a veces emplea vocablos poco frecuentados, -pero propios del contexto rural en que ella creció-, la autora enriquece los poemas de De Cándidos Recreos sin falsas pretensiones de erudición, marcando un recorrido con vastos orígenes y múltiples destinos, evidentes en los homenajes que dedica a Raúl Renán, Enriqueta Ochoa, Francisco Cervantes y Juan de la Cabada. El recuerdo de éste último en el poema “Cruzamos La Tarde”, es estremecedor:

(…la muerte…)
humedeció en tu piel
el aroma de nardos
que nacerían en tu sepultura

Existen también los guiños y complicidades con los amigos; invocaciones o despedidas de amantes; así como sucesos vitales que por crudos o dolorosos han sido transferidos a un contexto mágico.

Si el primer criterio fuese el cronológico, la lectura comenzaría por el poema “Bajo el Signo de Cáncer”, desde antes del nacimiento de María Ángeles Juárez, cuando su padre

al expirar la primera mitad
del siglo veinte
arrojó un torrente de lluvia seminal,
tornándome voces
desde el vientre de su universo

y terminaría donde efectivamente, acaba el poemario con la “Carta al Muchacho Capricornio”:

donde Adelaida, mi hija,
es la historia dolorosa de mi sangre.

Pero si nos atenemos al erotismo, el libro parte del poema “De Cándidos Recreos” con una aventura temprana paradójicamente vinculada a lo religioso, pues

en el éxtasis somnoliento de la misa
me dio a besar un dios;
con barba de alambre inclinado
destrozó mis sueños inocentes.

Posteriormente, en “Un Domingo de Agosto” alcanza atinada intersección entre erotismo, religiosidad y desencanto (¿pues qué es el humo de un cirio apagado?):

Emerge de mi vientre
olor a parafina
de misas celebradas en domingo

María Ángeles Juárez practica juego de espejos y referencias donde la unidad del poemario se apuntala tanto en elementos naturales, -las flores casi siempre (nombra al menos veinte distintas clases)-, como en la precisión del tiempo (asienta las fechas, los días, los meses y las estaciones del año).

En paralelo establece otro hilo conductor que asocia lo religioso con las más instintivas de las experiencias, logrando en no pocas ocasiones entonar un endiablado Cántico Espiritual, cuyos temblorosos ciervos y palomas han sido transmutados en yeguas enjaezadas y lobas embravecidas, culminando la pasión de varios de sus poemas en impetuoso arrebato profano, como el exclamado a todo pulmón en “Tiempos de Guardar”:

el silbido del animal supremo
anuncia en los amores de rosa-adolescente,
la posesión absoluta del deseo.

La impecable edición de De Cándidos Recreos a cargo de la Universidad Autónoma Chapingo, con prólogo de Raúl Renán y sendos epílogos de Aura María Vidales y Juan Cervera Sanchís, presenta además como aciertos una portada bien diseñada a partir de una encantadora fotografía de María García, e interesantes viñetas de Midori Adelaida Valle Juárez en los interiores.

De Cándidos Recreos. Juárez Téllez, María Ángeles. Universidad Autónoma Chapingo, México 2009.106 pp.

Reseña publicada el 03/abril/2010 en el suplemento Laberinto del Diario Milenio.
http://impreso.milenio.com/node/8745240

viernes, 19 de marzo de 2010

ES LO DE HOY

PENTAGRAMA

I
Buscando pleito con mi piel
dejaste señas de tu dulce guerra,
inmortales heridas.

II
Cada beso tiene su tiempo,
tu color, y una mitad opuesta:
arrójame rojo.

III
Bebiste con la mirada
leche obscura y diamantina,
recital de estrellas titilando.

IV
De nuevo tus pies,
arcos de tus pies:
de noche caminas
sobre arco iris.

V
Enredadera carnal
rematada en flor:
una de tus manos.


CORAZÓN DE SOMBRAS

Reyna Xóchitl:

Al dolor por los ochocientos soldados
habrá que sumar ahora
la pena yerta
por este árbol que sembraste,
ahuehuete de chinescas sombras
que nos alcanzó a llorar
los primeros quinientos años
de su interrumpido adiós.

Reencarnados en historia antigua,
conquistador y princesa se abrazan
sigilosos bajo la mortecina
primera luz de su triste noche.


VIENTO FRÍO

Es Normal.

Los fantasmas por aquí pierden el paso.
Detienen con sus manos de ectoplasma
las perdidas letras de una marquesina Cósmica.

Pagan a peso la entrada
sólo para observar en pantalla,
por enésima función, a sus pares.

Al salir, las desdentadas fauces
lamen ávidas el espectral aroma
de un azaharoso Pan de Muerto.

Después se van al Otro Lado
para ser estafados una noche más
por Fabulosas bailarinas
que les sorben el seso hasta el amanecer,
cuando tambaleantes
y con dolor de marimba en las costillas,
salen a curarse de realidad
soplándole hasta helarla,
a una fría y Polar cerveza.

jueves, 4 de marzo de 2010

ULTRASONIDOS, MÁS


RUMBO A XOLA
(Otra tú)

Tú vas a Xola y yo finjo que voy contigo.

Una destartalada caravana
nos aguarda siempre:
echamos a diario un volado
en la mano sucia del cacharpo,
nos jugamos la pájara suerte
con un doblado boleto.

En sentido contrario soy
arrastrado por tu luna nueva
con el invisible hilo que tejes sobre mí.
Desmadejado dejo que vengas:
abrazas una bufanda de adioses
que no sé cómo ignorar.

El mosaico de la pared
hace el juego a tu falda
que se calienta por levantisco vaho
exhalado del averno;
enseguida partes el aire
de una ciudad de ojos
que se te viene encima.

Te pierdes en un giro, aunque poco importa:
el Metro es una fábrica
que hace gente a carretadas.

Mañana será otra tú.



CRUCES EN EL ZÓCALO

El tiempo da la razón:
el Templo quedó al final
al lado de la Moneda.

El amaranto del Hombre
amasado con su vino
fue la corrupción entonces:
mismo pan del nuevo Cristo.

Metales ambos acuñados
con fraterna sangre:
en vaso de oro sirven
el elíxir del cadáver.

Empuñadura y cuchillo
cambiados por una cruz
sea máxtlatl o sotana,
cruz o cara, o arcabuz.

Coyolxauhqui desmembrada,
fragmentado su valor,
en la luna de la plata
brilla siempre al mismo sol.



VARADOS
EN BELLAS ARTES

A tierra poco firme
vino a parar
el blanco mar de mármol
del Palacio.

En volcánico amanecer
convocado cada noche,
al cielo devuelto,
un sol fulge en su interior.

Sucumben nuestros muertos
en sus salas,
pequeños ante el homenaje
de las Edades.

Ecos guardados en la piedra
por metales cien años templados,
las notas de cristal ascienden
por las columnas.

Con el vórtice de su huida
Bellas Artes arrastra una ciudad
que se hunde lentamente
en arcoírico estertor.

En sus orillas petrificadas los mexicanos
-náufragos ciegos-,
no entendemos todavía el arribo:
no sabemos si embarcarnos o partir.


martes, 23 de febrero de 2010

EL SUROESTE NORTEAMERICANO

Aquí lo que sobra es espacio. Días después todavía sientes un mareo semejante al de haber navegado por el mar: el suelo se mueve. No te acostumbras a la falta de amplitud, a haber descubierto en medio de la planicie sin límites una protuberancia que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en nevada cordillera.
Poco queda de los antiguos nombres. La historia, en general, se relata de Billy the Kid en adelante. En el Museo del Suroeste, se pasa súbitamente del mapa encargado por un virrey, a la historia de la fiebre del oro. Apenas de pasada el recuerdo de lo que alguna vez fue parte del imperio español, lleno de poblados y misiones con nombres pintorescos.
Aquí no hubo guerra contra México, ni compra de territorio, ni nada: siempre hemos sido norteamericanos, punto.
¿Roswell habrá sido en algún momento Santa María? ¿Pecos se inició como La Villa? No lo sabemos. Vestigios quedan, pero el orgullo esta vez es por lo norteamericanamente puro: el republicanismo exaltado en las banderas que están por todos lados, la devoción por la milicia, las iglesias que se anuncian como restaurantes por el camino, la extracción personal de petróleo a todo lo que da.
Al regreso, sin embargo, queda la sensación de orden, de pulcritud, de civilidad, de autoestima, así como el gran respeto por los otros que mucha falta nos hace en México, y que estamos muy lejos todavía de replicar.

martes, 12 de enero de 2010

ULTRASONIDOS

CONSIDERACIONES
DEL LOBO

El sentimiento de culpa
ante tanta catástrofe que no me toca
por invisible escudo que hasta hoy
sin abolladuras fulge indemne,
golpeado ocasional por lejanas muertes
o súbitas enfermedades boreales;

esa protección que se me concede
sin implorarla ni deberla,
sin ahondar en vericuetos kármicos
es ciertamente inmerecida,
que nada grande creo haber hecho
en favor del clan, pues otro sería y no yo.

Una sensación de angustia y maravilla
por ser invulnerable al daño que se ceba
en territorios que me son ajenos,
y aún a la vuelta de la estepa:
mis verdades no son el hambre ni el pantano,
ni los cazadores con sus balas y cuchillos...

Desayuno como todo un sibarita,
una cautiva enciende mi instinto a diario;
hace más de cincuenta años que vago en el bosque,
y un roble no me cae sobre la cabeza
-todavía.

Este hueso atorado en mi garganta
estorba festejar a todo aullido
que un sólo yo se dijese feliz hoy.

No viene al caso lamentarse por la buena suerte
(ni siquiera eso cambiaría nada),
pero gruño para dejar constancia
de mi coraje por tantos inocentes apaleados
en los muy inescrutables
caminos del Señor.

Son ellos, inoportunos y patéticos,
quienes con sus desfigurados rostros
impiden que yo devore todo como dios manda.



NO LO MERECE

Sólo un momento posó para mí
-quería tatuarla en el poema-
pero batió sus alas en retirada.

Dejó este borrón con su polvo negro.

viernes, 8 de enero de 2010