viernes, 21 de mayo de 2010

TENANGO DEL AIRE

El pasado sábado 15 de mayo fui invitado a presentar el libro “La Tarde se consume” de Luis Carlos Minjárez.

A las 12 del día pasé por María Ángeles Juárez y Georgina Herrera, sobre la Av. Fray Servando Teresa de Mier de la Ciudad de México. Considerando el intenso tráfico en la salida a Puebla, calculé un par de horas para llegar a Tenango del Aire, lugar de la presentación.

El camino fue cómodo, a excepción de algunos kilómetros de más, ya que por no contar con un mapa a la mano, y por no existir en ningún lado señalamientos específicos, nos perdimos un poquito. Finalmente arribamos con bien a la plaza principal del lugar.

En lo que hacíamos tiempo para que llegasen por nosotros procedentes de Chapingo, aprovechamos para curiosear por el sitio que es bastante pintoresco, con una enorme iglesia restaurada, de la que se aprecian partes de la primera construcción.

En el atrio, unos gruesos y retorcidos troncos de olivo me emocionaron al contemplar la antigua señal de vida sembrada ahí por los frailes que edificaron la iglesia. Siglos después, todavía hay retoños brotando de la madera seca y blanca.

Leímos las inscripciones de algunas lápidas adosadas a los restos de un muro: todos los muertos son de 1912, año que no nos pareció tan antiguo quizá por proceder nosotros mismos de las entrañas del siglo XX. Sin embargo, es una fortuna consignarlo aquí, a mis cincuenta y un años, gozando de absoluta salud y lucidez (eso creo, o tal vez no he sido suficientemente examinado).

El interior de la iglesia tiene mucho encanto y varios nichos vacíos: esperemos que no sea por el robo de arte virreinal, ya que el patrimonio artístico del Estado de México ha sido sistemáticamente saqueado por coleccionistas sin escrúpulos.

Dimos una vuelta por la sacristía, con un patio central donde el tiempo fluye lento de una callada fuente.

Al salir, apreciamos la bondad del día: un cielo continuo apenas marcado por algunas nubes aisladas, quietud acompañada por la verde vista del prado y por los árboles del recinto; temperatura exacta del aire que apenas se dejaba sentir.

Hacia el mercado, los puestos de mercancías diversas ofrecen sus productos. Es unánime nuestra apreciación: el Ayuntamiento debiera regular -y en el mejor de los casos vetar- al que ofrece discos pirata, que sin ningún recato lanza a todo volumen las estentóreas notas de las bandas del momento. Mala música que ensucia el paisaje del tranquilo kiosko y las aves que pueblan el parque. Yo no recomendaría altavoces para la plaza: sólo silencio.

Pasamos también frente a la presidencia municipal, donde unas placas nos refieren la etimología de Tenango Tepopula (“en la muralla destruida”), y que a partir de 1812, por los remolinos de viento frecuentes en el lugar, pasó a denominarse “del Aire”.

Una vez que llegaron Luis Carlos Minjárez, Rosa Ivette Tapia y toda la comitiva en una gran camioneta, nos dirigimos a la casa del pintor Nahúm B. Zenil, ubicada a unas calles de la plaza. Conforme nos acercábamos, iba yo admirando la sencillez y tranquilidad del lugar, desde donde se avistan los muy cercanos volcanes del Valle de México.

La casa de Nahúm B. Zenil está construida completamente de adobe, en dos plantas, con un gusto particular que ha aprovechado el clima y la fertilidad del terreno para hacer crecer enredaderas por las paredes exteriores de la casa.

Pasamos por un extenso jardín un tanto salvaje, lleno de flores y fuentes, adornos de piedra, algunas esculturas, magueyes y nopales bien dispuestos, en medio de los cuales se habían colocado mesas y sillas. Los de Chapingo llevaron cazuelas con mole, tinga, nopales, etcétera, con los cuales saciamos nuestra hambre.

Un rato después, de manera un tanto apresurada, pues se acercaba la hora de la presentación, entramos a la casa para ver las obras que estaban exhibidas. Debo explicar que la casa del pintor es al mismo tiempo una galería, es decir, los espacios que él utiliza habitualmente para dormir, ver la televisión, leer o cocinar, están adornados con cuadros y objetos diversos (máquinas, libros, vitrinas, cajas, repisas) producidos por él y por otros artistas que acuden de manera regular a los talleres que organiza de manera permanente en Tenango del Aire.

El estilo de Nahúm B. Zenil es fuerte, intentando casi siempre exorcizar los aparentes demonios vitales que le acosan, o por lo menos eso deja ver en su obra, aunque él en persona es perfectamente tratable, y -esa impresión me llevé de todo el día-, se ha constituido en una especie de líder cultural en la región por medio de las actividades que idea y coordina personalmente.

Maestría, dominio en el manejo del dibujo. Aún cuando los cuadros en su mayoría sean de formato menor, por las obsesiones y la temática no pude evitar pensar en Julio Galán. Ya después, Roberta me ilustraría señalándome que tanto Nahúm B. Zenil como Julio Galán pertenecen a la misma generación impulsada por el galerista regiomontano Guillermo Sepúlveda.

Luego de nuestro breve recorrido, salimos todos en procesión de regreso a la plaza, hasta el Cine Edén, antiguo recinto restaurado y conservado por una de las familias del pueblo. Hoy está transformado en un embellecido galerón que los domingos abre sus puertas transformado en restaurant. Nos informan que siempre está a reventar, y es lugar de peregrinación de turistas conocedores, ansiosos por encontrar un rincón apacible para comer y un poco de aire puro y áreas verdes para sus hijos. (CONTINUARÁ)