domingo, 29 de agosto de 2010

IBA POR FIUSHA Y ME LLEVÉ A LOS MÚSICOS DE JOSÉ

Sábado por la noche en el Lunario de la Ciudad de México. Asistí al Funky Reven con Fiusha y los Músicos de José.

Para quienes aún no se han dado cuenta, existe un movimiento musical creciente a favor del funk, la tendencia originalmente creada por James Brown en los años 60.

No podría decirse que de manera silenciosa, pero sí poco a poco, los grupos en México y Latinoamérica que comparten esta onda (¿retro?) comienzan a abrirse como flores por la mañana después de la larga noche a la que nos sometieron por años los ruidosos y agresivos raperos, hiphoperos y reguetoneros que todavía dominan la escena en nuestros países, en general haciendo gala de su increíble mal gusto.

Apenas hace un par de años, en el Zinko Jazz Club, me tocó escuchar un grupo de Guadalajara que enarbolaba el funk como su principal bandera. En ese momento sí pensé que había mucha tela musical de dónde cortar todavía, aunque lo consideré una ocurrencia trasnochada de y para conocedores. Ello sin contar con la brecha generacional…

Luego de un recorrido que les ha tomado por lo menos diez años de lucha y evolución, - me entero por los datos en sus discos y en sus páginas de Internet-, Fiusha y los Músicos de José se erigen como los ejemplos mexicanos de un funk renovado, lúdico, fresco, elegante y cachondo, a tono con nuestra sensualidad latina (Esto último, si es que de eso se trata para despedir el horrísono estruendo de lo que hasta ahora ha imperado).

El Lunario tuvo una entrada decorosa, no hubo lleno, no apreturas, pero tuve la oportunidad de realizar una observación cuidadosa de la concurrencia: adiós a las playeras negras, a la celebración de la muerte y la depresión: el funk festeja la vida.

Tengo desde hace meses el primer y -único hasta ahora- disco de Fiusha, que se ha me ha convertido en un favorito. Sin embargo, su tocada en vivo me resultó más bien decepcionante, y pude notar que hasta para los integrantes de la banda fue así: algo en la mezcla de sonidos que no cuadró, al grado de hacer inentendibles las letras de la mayoría de las canciones (era notorio el sufrimiento de los vocalistas).

La batería, a nivel excesivo, lastimaba los oídos sin remedio. Los detalles finos del tecladista se perdían en confusión. Todo dio por resultado que el esperado Reven por parte de Fiusha jamás prendiera entre la gente, que se contentó con ir trabajosamente reconociendo, casi adivinando, las rolas que en su disco se disfrutan con nitidez.

Llegados a este punto, pensé que tal vez mi edad o lo desacostumbrado que pudiera estar a un ambiente de “groove”, me hacían añorar la acústica desde la comodidad de mi oficina.

Pero hete aquí que veinte minutos después llegan los Músicos de José al mismo escenario y la diferencia en la calidad del sonido se hace notar de manera instantánea. No obstante que yo no conocía en especial ninguna de las piezas de esta banda, no pasaron más de tres minutos para que me envolviera una calidez en la que para empezar eran reconocibles todos los instrumentos por separado.

De manera mágica la noche tomó otro giro, y rápidamente las piezas nos llevaron a ese delicioso momento tribal en el que pasamos de la simple escucha al contoneo rítmico y colectivo del cuerpo.

Misma calidad de ejecución, mismos instrumentos (aunque Los Músicos adicionan metales), idéntico talento compositivo, mismo escenario, diferentes mezclas de sonido, distinto resultado: el Reven sí se dio.

Fiusha seguirá siendo de mis favoritos, espero con ansias el siguiente disco, y estoy seguro que corregirán lo que haya estado fuera de lugar esa noche. Pero la sorpresa de la música de los Músicos… Hay que seguir con atención a esta banda, que fusiona con alegría el funk con la cumbia o el klezmer; el soul con la salsa o la polka. Nunca los vi sufrir en el escenario: era evidente su gozo, la buena vibra que finalmente acabó por abrazarnos a todos en su armoniosa onda expansiva.

Saludos a Nezíj y a María José.

martes, 24 de agosto de 2010

EL NEGRO

Yo también tengo las manos manchadas. Adoro el olor de la tinta fresca. Me gusta observar los reflejos de la tinta antes de revolverla para colocarla en la malla o en la máquina de impresión. Me gusta constatar su firmeza, su claridad, la pureza con que devuelve la luz, distorsionada y brillante, como en los espejos de Chapultepec donde reíamos de niños viendo las figuras deformadas: el enano, el gordo, el jorobado, el aplastado, el patotas.

El olor a barniz, a solventes, a pigmentos, es mezcla de olores sugerentes. “Me gustas porque hueles bonito”, me decías entonces, acercando la punta de tu nariz al cuello de mi camisa, porque entre mi piel y la tela se concentraban los químicos durante las horas de trabajo, haciéndome luego exudar el característico perfume del impresor. Y aspirabas fuerte, olisqueando como conejo, haciéndome cosquillas y regodeándote en el –según tú- agradable aroma. Hasta recuerdo que entre broma y veras, alguna vez lo confesaste todo: “Me enamoré de ti por tu olor”, reprochándome el cambio de mis actividades por unas de medio burócrata que nada tenían que ver con la luz.

Y ese negro brillante, esa goma de xantano, ese carbón, esa hulla, ese óxido que de tan azul profundo resulta negro, lo balanceas en el extremo de la espátula. Es el mundo en vilo en la punta de tu herramienta, lo que está a punto de suceder y de anunciarse, es decir, de pre-verse como en una premonición. ¿Qué papel será finalmente manchado por qué moléculas negras? Hormigas finas y translúcidas comeluz, letras y palabras que harán la diferencia con el papel, el contraste, luz amortiguada y puesta a buen recaudo, vigilada por negros carceleros que dormirán aplastados unos contra otros en sus blandas camas mientras la Historia dure lo que tenga que durar; hasta que los elementos o los hongos o algún insecto vuelvan a fundir los significados en el estómago del Todo.

El negro es el primer color. El más agradable, el más brillante y vivo. El que todo lo permite, el que no admite medias tintas. El negro grita fuerte: bien puesto no deja lugar a dudas. Es lo que es sin vacilaciones. Otros se disolverán, se confundirán con el soporte, se tornarán invisibles con el tiempo, palidecerán. El negro quema: es rastro inequívoco, ceniza donde hubo incendio, lumbre. Esta página, una vez definitiva, abandonará mis manos, mi mente, cualquier cosa de más que se me ocurra después, y no habrá entonces remedio, ni existirá retorno. Estará condenada a provocar gozo o náuseas a regocijo o a pesar mío. Se igualarán las sombras para siempre, pues nunca sabré si detrás de mí, de mi existencia, alguien ose asomarse a este escrito.

Por eso siempre abro con algo de reverencia los libros viejos, mientras más viejos, mayor respeto, casi seguro de sostener el certificado de defunción de su autor. Hurgo entonces en la mente del muerto con un placer que raya en la insania: me estoy leyendo a mí mismo.

viernes, 20 de agosto de 2010

PAYASOS Y MIOPES

Me pregunto cuántos candidatos a gobernador asesinados necesitarán los priístas para dejar atrás su mezquindad y sentarse a trabajar con nuestro Presidente para atacar a fondo el problema del crimen organizado.

Como sociedad debemos exigir a los coordinadores tricolores del Senado y de la Cámara de Diputados que se dejen de payasadas y tengan la cortesía de sentarse a debatir los grandes temas nacionales cuando se les convoque, pues para eso se les paga.

martes, 10 de agosto de 2010

DOS POEMAS CÓSMICOS

SUCEDE ANOCHE

Deriva de continentes,
pliegues y fracturas abisales
de un Corazón ardiente y líquido.

Cartesiano ubico tus ojos
en furioso centro
de telúrico planeta.

Tremores, ráfagas,
elementos nuevos,
transformación profunda del paisaje
en una sanguínea química y futura.

De lo alto llegan luces:
un ciego relámpago
alcanza al tacto
tus profundas aguas.

Es hora de las rotaciones
y el cambio de ejes,
restablecer el antiguo polo
midiendo la inclinación
en el sextante de tus dedos.

Referencia: norte
Latitud: aproximada
Posición: tu cuerpo

De la pangea fragmentada venimos.

Añadimos como siempre
eones a la suma por sí
infinita
de nosotros.




EL NECIO

Habré de hacerme oír
cuando no quede seña de lenguajes
ni escritura humana.

En honda pulsación fuera de órbita
alguna intermitencia mía
se mostrará inteligente.

Leve música de mi nostalgia
acosará futuras naves,
y astronautas inconcebibles
asediados por una última aurora,
escucharán voces a la débil luz
de mi más potente grito

Cierta vibración, algún pautado ritmo
redundará por siglos en el espacio
hasta formar la improbable piedra
asteroide de la Memoria.

Fragmentada, alcanzará sin duda
superficie de planetas nuevos,
sacudirá su milenario polvo
ante miradas extrañas
que brillarán morbosas
con una breve incandescencia.

Iluminadas,
festejarán la supuesta disolución
de este necio, contumaz recuerdo.