miércoles, 28 de noviembre de 2012

CHINA 2012


Hace treinta años, cuando Den Xiaoping tomó el liderazgo de China tras la muerte de Mao, ideó el concepto de "economía socialista de mercado", y derogó más de 400 leyes que impedían o penalizaban el libre intercambio de bienes y servicios.

A partir de eso, elaboró un plan piloto de aplicación regional de sus reformas, que implicaban cambios en la vida de las personas y comunidades acostumbradas a depender enteramente del gobierno central.

En no más de algunos meses, el ambicioso experimento de Den Xiaoping se extendió a todo el territorio chino, lo que llevó al país a terminar con la pobreza extrema en una década, para luego colocarlo en la antesala de constituirse como el más poderoso del mundo, con una floreciente población de clase media que se incrementa exponencialmente cada año.

Al día de hoy, viajar por China es asombrarse por la calidad y lo ordenado de sus limpias carreteras adornadas con camellones floridos a lo largo de kilómetros y  kilómetros; por sus vías acuáticas perfectamente encajonadas y limpias; por sus miles y miles de edificios, puentes y distribuidores viales de diseño ultramoderno hasta lo chocante; por la señalización con caracteres chinos y occidentales, traducida al inglés hasta en los poblados más alejados o modestos; por la profusión de tiendas con artículos de buen diseño chino, así como por las enormes sucursales del capitalismo y del exceso tipo Mc Donalds, Dior o Mercedes Benz que hay en todas partes, -pero sólo aquí en esas cantidades y tamaños-, atestadas de clientela comprando.

No obstante lo gigantesco del territorio, la población ha sido trasladada del campo hacia conglomerados que por sus dimensiones y arreglo desafían el concepto convencional de una ciudad. Un ejemplo es Chunking, ubicada a orillas del río Yangtzé, con 30 millones de habitantes: se puede navegar durante dos días seguidos en barco y pasar por debajo de treinta puentes como los de Nueva York o San Francisco antes de salir de su límite urbano. 

No nos engañemos: la China milenaria, la de los programas de televisión como Kung Fú o la de las películas como El Último Emperador; el reino mágico de los poetas, los dragones y las princesas, la de los gongs y los personajes de trenza enfundados en trajes amarillos, aquella de los Viajes de Marco Polo; la de los artesanos y la de los sabios calígrafos, la de pagodas pintadas de rojo con techos dorados, la de la Gran Muralla -en realidad fueron Murallas-, fue arrasada con el advenimiento del comunismo, y todos sus emblemas sistemáticamente eliminados en los largos años de la dictadura de Mao, en aras de la absurda búsqueda del Hombre Nuevo.

Mucho de lo que queda de la arquitectura tradicional corresponde a reconstrucciones minuciosamente efectuadas en los últimos veinte años; los hutong o barrios tradicionales, varios de ellos auténticos referentes históricos ("En esta casa nació Wen Xiu, esposa de Puyi, quien sería el Último Emperador de China...") están siendo demolidos sin sonrojos para construir multifamiliares. 

Del mobiliario antiguo apenas y han sido rescatadas algunas piezas despojadas de ornamentos; de las artesanías, sólo hasta hace poco se han ido reintegrando aquí y allá los viejos talleres y sus maestros para recuperar lo que de tradición dejaron las sucesivas y sangrientas oleadas de "revoluciones" culturales y educativas.  

Existen además numerosos problemas que no se han atendido debidamente, como el deterioro ambiental (adiós al esturión con la construcción de la presa de Las Tres Gargantas, el aire de Beijing es irrespirable), el obsoleto e ineficiente sistema de salud (en muchos lugares es imposible encontrar un médico o farmacias con medicina occidental, abundan sin embargo las boticas con menjunjes tipo pomada de tigre) o una agricultura todavía parcelaria (y cada vez son menos quienes pueden dedicarse a sembrar o cosechar personalmente el arroz en las tierras familiares).

A pesar de lo anterior, y no obstante la falta de libertad en las comunicaciones (no hay acceso a Facebook ni a YouTube y es imposible enviar fotografías como archivos adjuntos en Yahoo) o la  corrupción rampante de sus políticos (documentada ampliamente hace unos semanas en el New York Times, cosa que ofendió a la dirigencia), China se ha transformado de manera irreversible en un país moderno donde en unos cuantos años más se situará el polo económico, así como posiblemente también, el centro cultural del planeta.   






































sábado, 24 de noviembre de 2012