domingo, 10 de febrero de 2013

ELENA ARIZMENDI, OAXAQUEÑA


Encontré este libro que llamó mi atención por el personaje, mujer oaxaqueña que a principios del siglo XX fundó la Cruz Blanca en México. Elena Arizmendi fue periodista y promotora del feminismo en hispanoamérica. Partidaria y amiga de Francisco I. Madero y su esposa, por motivos familiares compartió con ellos su animadversión hacia Porfirio Díaz. 

Escapando de un primer matrimonio fallido y del malogrado nacimiento de un hijo que la imposibilita en lo sucesivo para la procreación, se traslada a San Antonio Texas, donde estudia en el Hospital de Santa Rosa la recién instaurada carrera de Enfermería. A su regreso a México, conoce al joven abogado Vasconcelos quien inmediatamente cautivado por su belleza, la corteja hasta convertirla en su amante. Ambos vivieron un tiempo en Nueva York en un departamento cerca de la Universidad de Columbia, reuniéndose en las cervecerías de Columbus Circle con el grupo intelectual latinoamericano de la época; ella editando revistas y dando algunas clases para sobrevivir.

Al darse cuenta que Vasconcelos jamás iba a ser capaz de dejar a su esposa y sus hijos -de hecho jamás lo hizo, aunque sí tuvo otros amoríos y se comportaba infantilmente celoso con sus parejas-, Arizmendi lo abandona en un viaje a Perú, y regresa a los Estados Unidos donde tiempo después se casa con un norteamericano de quien se separa dos años después, debido a la incompatibilidad de sus respectivas aspiraciones.

A partir de entonces dedica su ahínco a promover un ideario feminista, lo que desemboca en el establecimiento de una organización más o menos exitosa en España y en algunos países latinoamericanos, patrocinando congresos a favor de los derechos de la mujer, tales  como el derecho al sufragio, -que en México sólo fue posible hasta 1929-, o el mejoramiento de las condiciones legales para las mujeres que desearan divorciarse. 

Luego de una residencia de veinticinco años en Nueva York, Elena Arizmendi vuelve a su país para reencontrarse con su familia, recibiendo algún reconocimiento como fundadora de la Cruz Blanca, -la Tercera Cerrada de Amores en la colonia del Valle lleva su nombre- , viviendo en la Ciudad de México, -donde aparentemente jamás volvió a cruzarse con Vasconcelos-, hasta su fallecimiento en 1949.

Gabriela Cano, doctorada por la UNAM, ha documentado abundantemente esta extraordinaria historia, sacando a la luz la identidad del personaje "Adriana" descrito en las obras autobiográficas de José Vasconcelos, quien apabullado por la hechicería erótica de Elena Arizmendi, escribió desde Lima a un amigo mexicano: "cinco años estuvo el monstruo, mitad pulpo, mitad serpiente, enroscado en mi corazón, provocando el ansia vehemente de exprimir una vez más la boca maldita donde está el narcótico".

DESPUÉS DE LA TORMENTA




Nueva York, 9 de febrero de 2013

jueves, 7 de febrero de 2013

OCCUPY TIMES SQUARE

Siempre he pensado que las manifestaciones públicas realizadas a través de concentraciones masivas, son poco eficaces como medio para obtener soluciones a los problemas derivados de la incompetencia, corrupción o indiferencia de los "de arriba".

No obstante, es inevitable que una y otra vez, el grueso de las personas, por ignorancia, desesperación o bien por una inercia compartida, se integren a un sentimiento gregario que despoja momentáneamente a los individuos de su personalidad para convertirlos en masa dúctil de emociones y consignas.

Muchas veces estas protestas, además de inútiles y poco inteligentes, dan lugar a verdaderas tragedias cuando cualquiera de las partes en conflicto rebasa el delgado umbral de la violencia. Legítima o no, legal o no, la fuerza prevalecerá sobre la razón con la frustración consiguiente, en el mejor de los casos.

Pero es como querer que la gente no salga de vacaciones y ahorre porque todos estamos endeudados: nadie tiene por qué hacerlo si lo que importa es vivir, no importa el costo. Y eso incluye el destrampe.

Esto, entre muchas otras cosas, me vino a cuento leyendo Cosmopolis de Don de Lillo. Confieso que nunca había leído nada de este autor, mucho menos en inglés. Lo escogí precisamente como una manera de incursionar en la lectura de la novela norteamericana contemporánea, interactuando a la vez con la ciudad en la que resido.

Si la primera impresión es la que cuenta, compro la ambigüedad con la que se expresan los personajes en sus diálogos. Preguntas que originan respuestas que son preguntas, o que contestan otras cosas. Sería imposible que en la vida real se llevasen a cabo conversaciones a la manera en que las pinta de Lillo (O no sé. ¿En Nueva York, tal vez?). Sé que hay película, y me urge ver la cara que pone una persona que dice "Necesito un corte de cabello" cuando le contestan "El presidente está en la ciudad".

Aparte de eso, verla para terminar de definir quién dijo qué, pues de manera intencional el autor deja en la vaguedad o a discreción del lector inferir para asignar correctamente las frases a cada uno de los personajes. Lo cual en última instancia, para esta novela, es irrelevante dada la interconexión simbólica entre éstos y los acontecimientos que van sucediendo en ella.

Dejo esta cita de un diálogo que capturó mi atención, traducida por mí, esperando haberle dado una interpretación decente. Se refiere a una escena en la que miles de adolescentes anarquistas realizan una especie de performance en Times Square, el cual deriva en desmanes. La protesta es contra la especulación en los mercados financieros que está ahogando sus vidas (Hay qué conceder a de Lillo el don de la premonición o tal vez el de la persuasión, pues su novela fue publicada en 2003):

"...¿Cuál es la falla en la racionalidad humana?

Él dijo "¿Cuál?"

" Que pretende ignorar el horror y la muerte al final de los esquemas que construye. Esta es una protesta contra el futuro. Ellos quieren contener el futuro. Quieren normalizarlo, guardarlo para que no arrolle al presente".