jueves, 27 de marzo de 2014

POEMA: Nunca Habrá Otra Como Tú



NUNCA HABRÁ OTRA COMO TÚ
De todas las frutas posibles
anidas en mis manos
moldeadas con el peso vivo de tu suntuosa forma.
Rubor, perfume y conjugación de sabores,
palabra corta que se extiende en la memoria.
Gota dulce prendida al extremo de una vara:
la femenina cavidad de tu semilla
duplica ahora de un tajo mis expectativas.
Tu carne se entrega lenta
en la azucarada anestesia
de una serpiente niña que muerde mi lengua.
Al tomarte has dejado
una canasta llena de promesas incumplidas,
posibilidades marchitas, fragancias ya todas inútiles.



THERE'LL NEVER BE ANOTHER LIKE YOU
Of all the possible fruits
you nest in my hands
molded by the body weight of your sumptuous shape.
Blush, perfume and combination of flavors,
short word extended in the memory.
Sweet drop pinned at the end of a cane:
the feminine cavity of your seed
now doubles with a hack my expectations.
Your flesh slowly gives itself
in the sugary anesthesia
of a baby snake biting my tongue.
By taking you, you have left
a basket full of broken promises,
withered possibilities, fragrances now useless.


Este poema, su traducción y algunas correcciones o precisiones del idioma  inglés, fueron realizados en el marco de las reuniones semanales de la Hot Poets Society of New York. La viñeta también es mía.

Roberto Mendoza Ayala

domingo, 16 de marzo de 2014

INDIA: Paisajes y juegos de luz en las antípodas

Lo primero que descubrí al viajar a India y revisar bien el mapa, es que ese país no está atravesado por la línea del ecuador: se localiza por completo en el hemisferio norte y es casi antípoda de México. 

Allá han sucedido cosas literalmente a espaldas de nuestro mundo "occidental" sin que apenas nos enteremos, entretenidos como estamos con nuestra ración diaria de cine, televisión, política y deportes.

Por ejemplo, India tiene ya 1,300 millones de habitantes -650 era el dato que yo tenía en la memoria desde la escuela- apenas unos cuantos por debajo de China que es el primer lugar. Sin embargo, India tiene menos de la mitad de territorio que su vecino asiático.

Tal cantidad de individuos -y la producción no cesa, pues por razones culturales prácticamente no hay educación sexual ni control de la natalidad efectivos- ha arrasado con la legendaria jungla para cultivar el campo y establecerse por doquier. Eso ha dejado a India con solo el 14% de las selvas que tenía a la mitad del siglo XX, cuando se independizó de Gran Bretaña.

La buena noticia es que el eficaz aunque burocrático -hasta lo ridículo- control militar ha delineado y custodia con firmeza zonas de conservación todavía vírgenes, que en algunos casos son tan vastas como la mitad de Suiza. Y la tendencia es hacia la recuperación de mayores extensiones aún al costo de indemnizar y reubicar a poblaciones enteras.

Una mala es que en el país de los tigres ya solamente quedan 1700 ejemplares vivos en libertad. Su contraparte: se han expedido leyes especiales para la protección de la fauna que castigan severamente el tráfico de especies en riesgo. En muchos casos se comienza a revertir el esquema de extinción a que estaban condenadas, a pesar de la severísima corrupción que afecta todos los órdenes de la vida en India.

Los palacios y templos que han sido designados Patrimonio Cultural por los organismos internacionales se encuentran celosamente resguardados y en distintas etapas de conservación o restauración. Existe orgullo por el pasado y es notoria la aplicación de importantes recursos económicos para mantenerlos.

Sin embargo, la limpieza de los templos y jardines de Khajuraho o el prístino espejo de agua en que se reflejan los cuidados setos del imponente y masivo Taj Mahal contrastan con el caos urbano adyacente a ellos: entre las construcciones erigidas sin planeación o zonificación alguna, impera la anarquía representada por el mini comercio ambulante o semifijo de condiciones precarias -tianguis callejeros sucios y desordenados- esquema que se reproduce incontrolable por todo el territorio.

En la costa del Mar Arábigo, desde hace quince años Mumbai construye un skyline de rascacielos que es por lo menos el triple que el de Manhattan, ¿por qué nadie nos lo había dicho? Por fortuna algún alcalde inglés en el siglo pasado prohibió las vacas ahí, y así se quedó. Ahora conviven en esa ciudad un millón de millonarios con un millón de indigentes que duermen en las calles. Pero hay diecisiete millones de personas más viviendo entre los slums, los caseríos y los edificios inteligentes, repartidos entre los clubes sociales del omnipresente cricket y las redes familiares que sirven a las castas privilegiadas. 

Lo de las castas no es figura retórica: es algo vivo a lo que nadie escapa, pues va en el apellido: existen más de ochocientos diferentes, y marca el destino de las personas, que están limitadas socialmente para mantener dicho esquema. Los matrimonios se conciertan entre familias de castas afines siempre de acuerdo con el gurú, que es quien determina la compatibilidad o incompatibilidad de una pareja y fija la fecha del casamiento. El éxito económico y la educación están cambiando estas prácticas, aunque sea lentamente.

En cuanto a su alimentación, la gran mayoría de las personas se divide, -de acuerdo a las múltiples creencias religiosas- entre vegetarianos o aquellos que también consumen proteínas animales tales como pollo, pescado, mariscos y cabra. Nadie come carne de res y sólo entre las castas más bajas, las de los impuros, se come cerdo.

Nosotros, viajeros occidentales, aceptamos las cosas como son y disfrutamos los contrastes: el templo meticulosamente restaurado y las fachadas coloridas de las casas semiderruidas, pintadas a capricho de millones de artistas anónimos. Subir a un tren que llega a la estación con exactitud inglesa y observar por el camino los grupos de mujeres -en India todas, invariablemente, de cualquier condición, visten el sari-  que ofrecen en el piso sus mercancías vegetales.

Las vacas sagradas, de cuernos decorados, deambulan entre los montones de basura buscando el sustento para ser ordeñadas a la mañana siguiente. Los rascacielos ultramodernos se mezclan con las ciudades miseria. Las áreas de cultivo se nos muestran verdes hasta la fosforescencia, mientras las ciudades exhiben sus edificios y templos permanentemente deslavados: el campo y las ciudades nos enseñan en rápido montaje la simultánea bendición y ruina de los monzones.