miércoles, 25 de julio de 2007

DISUELTO EN EL ÉTER

Ya no es tanto que se pueda recuperar el monto total del dinero decomisado que a algún "estúpido" se le ocurrió depositar en un banco norteamericano despertando el consecuente apetito de los funcionarios de la DEA (recuérdese que allá el mito del millón de dólares para nunca volver a trabajar en la vida es una fantasía-obsesión de todo ciudadano norteamericano), ahora el problema es que el dinero que eventualmente pudiera recuperarse vía electrónica ya no es el mismo que todos pudimos observar perfectamente enfajillado. A partir de las fajillas y de los números de serie de los billetes y probablemente buscando indicios genéticos en ellos (cabellos, huellas dactilares), rastreando bancos, fechas, sucursales, cajeros, números de operación, era extremadamente fácil llegar a la verdad de su origen (Y claro, llegar hasta conocer los nombres de los delincuentes mayores: quiénes entregaron el dinero a cambio de qué, de eso se trataba para obtener una evidencia firme del hoy sólo presunto delito). Esto ha pasado de ser una mera especulación a una sólida certeza: existió alguien a quien le interesó de manera urgente disolver el cuerpo del delito ante nuestras narices. Desgraciadamente, todo lo que venga después será digno de la incredulidad y del irremediable y buscado olvido. Qué bárbaro, qué buen trabajo, mis respetos.