viernes, 24 de septiembre de 2010

AMSTERDAM

Fotografías de Roberto Mendoza Ayala

































Destellos de Amsterdam


POR QUÉ ALLÁ SÍ SE PUEDE.- En Amsterdam, como se intenta reproducir en la Ciudad de México, existen carriles confinados para las bicicletas, los automóviles y el metrobús; así como espacios en las banquetas destinados a los peatones; todos ellos perfectamente señalizados y con sus respectivos semáforos.

La gran diferencia estriba en que allá nadie bloquea calles de manera arbitraria, no existe el caos que aquí nos obsequian hebdomadariamente nuestros folclóricos y apestosos tianguis, no hay comercio ambulante, tampoco existen vendedores ni saltimbanquis en los altos, y los puestos semifijos –los pocos que hay- están ubicados y normados de tal manera que no obstruyen el paso de la gente.

Ah! Y la seguridad no es sólo percepción: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, niños y familias completas pueden circular sin ningún temor en cualquier medio de transporte a cualquier hora del día o de la noche por cualquier parte de esta ciudad de 750,000 habitantes.

Extrapolando para la Ciudad de México: hacer las cosas como se están haciendo en el Distrito Federal en cuanto a medios de transporte, es sólo abonar al caos. Partamos de condiciones de seguridad total, de educación cívica del pueblo bueno, del respeto a las leyes y reglamentos por parte de las “tolerantes” autoridades, y luego hablemos de bicicletas y metrobús…

LO PEQUEÑO ES HERMOSO.- El Ayuntamiento de Amsterdam, a media semana, se encuentra prácticamente vacío: sólo acude quien por cuestión extrema o urgente lo requiere. No hay, como en México, la necesidad de gestionar o solicitar nada: los servicios públicos funcionan al cien por ciento y la mayoría de los asuntos pueden resolverse mediante correo o Internet. ¿Explicaría el tamaño de nuestras Delegaciones y municipios, muchos de ellos con poblaciones que rebasan el millón de habitantes, el fracaso de nuestras administraciones, la magnitud creciente de nuestros problemas?

ASÍ O MÁS CLARO.- Hace unos años, una iglesia protestante empezó a construir un enorme campanario a su iglesia, el cual iba a exceder la altura del antiguo Palacio Real, hoy símbolo del poder ciudadano ubicado en la plaza central de la ciudad. El Ayuntamiento vetó el proyecto, al considerar que ningún monumento religioso podría estar por encima del máximo símbolo del poder civil. Y así se concluyó el asunto, con la torre a medias.

QUÉ PODEMOS ESPERAR DE NOSOTROS, HIJOS DE ELBA ESTHER.- Cuando llegas, sales del hotel y crees que caminas por el barrio turístico: los canales del río Amstel conducen agua limpia; hacia donde vayas existen árboles, flores, plantas, plazas y jardines escrupulosamente cuidados. Recorres un barrio tras otro y los estándares no cambian. La mayoría de los edificios, que datan de los siglos XVI y XVII, están conservados como si acabaran de construirse. Sus moradores son personas de verdad que dejan las cortinas abiertas para captar lo más posible de luz diurna.

Dondequiera que te asomas observas libros, pinturas y esculturas, mobiliario moderno. Todo habla de un alto nivel de vida, pero también de una exitosa y amorosa educación cívica y cultural. A medio día despliegas tu mapa para marcar lo recorrido. Entonces te das cuenta. No es la zona turística: así es toda la ciudad, así son las personas que viven aquí.

EL EXTREMISMO PASADO POR AGUA.- Desde su fundación, Amsterdam lleva el sino de la tolerancia. En sus barrios han coexistido por siglos la religión católica, las protestantes y la judía. El gobierno es absolutamente de izquierda, ciudadano y laico. Sin embargo, de manera reciente sus tranquilos habitantes han visto alteradas sus naturales convicciones, toda vez que los inmigrantes que profesan la religión musulmana en su versión extrema, pretenden que los imames despierten a la gente a las cuatro de la mañana desde los minaretes de sus mezquitas, con cánticos en altavoces a todo volumen, como ocurre en los países árabes.

La cuestión aún está a debate, pero lo que de plano resulta a todos inaceptable, es que en una ciudad con centenaria tradición marina, donde la educación exige a sus habitantes saber nadar, estos fanáticos religiosos no aceptan pasar el examen de natación, arguyendo un absurdo, medieval pudor.

¡Pues si no les parecen nuestras leyes, entonces que se vayan! Exclama molesta nuestra guía.

LUMINOSOS MAESTROS.- Holanda exhibe con orgullo su arte y sus maestros: los únicos en la Europa de los siglos XVI y XVII que carecieron del patronazgo de la Iglesia Católica, y por lo tanto, a diferencia de sus contemporáneos, desarrollaron una estética y una temática propias, alejadas del arte sacro. Rembrandt, Vermeer, Hals, no sólo fueron maestros en el manejo de la luz: también fueron personas con gran libertad de acción, y al observar sus obras es posible captar esa alegría.

EL DEDO EN EL DIQUE.- El nombre de Amsterdam, proviene de su río, el Amstel, y de Dam, compuerta o dique. Desde su fundación en una isleta del delta del río, sujeta a los vaivenes tanto de las mareas como de los niveles del Amstel, la ciudad ha luchado con éxito contra las inundaciones, construyendo un complejísimo sistema hidráulico que comprende innumerables canales, presas, compuertas, bordos, cárcamos, vasos reguladores, lagunas, pantanos y esclusas.

Para mí fue inevitable pensar en nuestra Villahermosa, y en general Tabasco, el día de hoy afectadísimo por inundaciones. Inevitable también pensar si algún día tendremos los recursos o si dispondremos todavía de tiempo –a los holandeses les ha llevado siglos- para construir un sistema similar que proteja a los tabasqueños de las acometidas del agua, considerando simplemente el tamaño de la población asentada irregularmente en su territorio.