miércoles, 29 de abril de 2015

JAPÓN, SIN MÁS PROTOCOLOS























Imaginemos que los mexicanos de la actualidad conservásemos el náhuatl como lengua viva, de uso diario entre la mayoría de nosotros. Supongamos que nuestros textos en periódicos, libros y revistas estuvieran escritos en una versión refinada de la escritura jeroglífica inventada por nuestros antepasados mayas o aztecas. Que nuestra vestimenta de gala para bodas y bautizos -o inclusive para el diario- fuesen hermosos huipiles y túnicas confeccionados con las más finas telas. Que la mayoría del pueblo mexicano no profesara más religión que la enseñada por el mítico Quetzalcóatl, consistente en honrar a nuestros antepasados y a los elementos de la naturaleza ofrendándoles periódicamente sencillos arreglos florales o incienso en cualquiera de los miles de templos prehispánicos salpicados por todo México.

Todo lo anterior combinado con las más altas comodidades y ventajas de la modernidad que puedan encontrarse en el mundo contemporáneo: computadoras, internet, vehículos, edificios inteligentes, transporte aéreo y terrestre de alta velocidad, acceso a la tecnología, educación de calidad, sistema de salud eficiente, viviendas muy por encima de lo meramente digno, alimentación adecuada, empleo garantizado, justicia expedita y administración pública impecable.

Toda proporción y diferencias históricas y culturales guardadas, eso es Japón.

Ese país vive en la compleja vanguardia del siglo XXI, pero conservando la mayoría de sus tradiciones ancestrales: lenguaje, escritura, vestimentas, religión, arte, cocina, ritos. No es un asunto de folklore ni de vestirse de seda o actuar para los turistas; tampoco añoran el antiguo esplendor de los emperadores: la grandeza se vive a diario, y se manifiesta de muchas maneras. En la limpieza impecable que impera en todo el país. En el orden y la disciplina que se respira. En la arquitectura modular de sus ciudades. En los protocolos de la gente para saludar, despedirse o agradecer. En los árboles y jardines exquisitamente cuidados. En los templos y monumentos antiguos, conservados casi todos mediante aportaciones de particulares.

No exagero si afirmo que grandes maravillas arquitectónicas antiguas y modernas en Japón superan por mucho obras más publicitadas de otros lugares del mundo. Es un pueblo que se considera a sí mismo diferente y superior porque de hecho lo es: transformaron a lo largo de siglos las antiguas tradiciones indias y chinas llegadas desde el continente, refinándolas hasta integrar un código estético y ético propio, al que viven estrictamente apegados sin dejar de disfrutar de manera pacífica y ordenada de las mayores ventajas científicas y tecnológicas del mundo contemporáneo. 

Algunos hechos del Japón actual, que llamaron mi atención:

-No hablan inglés. Apenas en 2006 se implementó en Japón la enseñanza intensiva del inglés en las escuelas. A mí me asombró el dato, ya que a un país en la vanguardia tecnológica, creador de equipo informático y software de avanzada, mi cuadrada visión cultural me hizo suponer que le era natural el conocimiento del inglés. Pensamos que sólo en "occidente" estamos en el pináculo de la civilización: pero grandes cosas están sucediendo al otro lado del mundo. Tenemos qué considerar seriamente aprender japonés o chino. 

-El 5% de los japoneses trae puesto un tapabocas de manera permanente (la estadística es mía). Los pude contar y observar con su adminículo en la calle, en el campo, en las ciudades, en los pueblos, manejando un autobús o cruzando las calles. No es algo que dependa de la contaminación del aire o de consideraciones corteses hacia los demás: simplemente no desean que TÚ los contagies de una enfermedad.

-Son silenciosos y respetuosos. Por ejemplo, está prohibido hablar por el celular en el transporte público (ahí sólo mandan mensajes de texto). En las filas, en las calles, en los mercados, la gente evita el contacto físico. Caminan en silencio en una especie de ballet natural que elude a los demás. Este solo hecho marca una enorme diferencia respecto al comportamiento de las personas en otros países del área -por no hablar de los países latinoamericanos-, donde los habitantes suelen ser mucho más gregarios, desordenados y ruidosos hasta llegar a lo impertinente.

-Se quitan los zapatos. En casa y a la hora de la comida, es preferible quitarse los zapatos ¿higiene, respeto, tradición? No lo sé. Pero aún en los parques, reunidos para comer, colocan un improvisado tatami de plástico y adentro de ese espacio delimitado simbólicamente, todo mundo anda en calcetines, los zapatos a un lado.

-No existen carteleras publicitarias. No hay obstrucciones ni distracciones visuales. Por lo tanto, el paisaje urbano y rural, a pesar de la alta densidad demográfica y la gran cantidad de construcciones, denota una gran limpieza visual, una armonía que abona a la serenidad.

-No hay extranjeros. Desde el que barre la calle, pasando por el que cocina o arregla los jardines hasta llegar a los poderosos dirigentes políticos y empresariales, todos son japoneses. Ahí no vamos a encontrar meseros mexicanos o mucamas de los países de Europa Oriental: no hay inmigración. En parte por el carácter insular del país, y en mucho porque no está permitida. Tienen un serio problema de falta de población que piensan resolver con políticas de horarios, propiciando más horas libres para que la gente tenga estadísticamente más oportunidad de encuentros sexuales y produzcan...más japoneses.  

-Han sido militarmente invencibles. Si algo faltó en el pasado para una completa victoria japonesa en las diversas guerras que emprendieron, no fue precisamente disciplina. Su error tal vez siempre fue su desmesurado sentimiento de grandeza, y no advertir que a la postre la escasez de recursos naturales propios y la cantidad de personal militar no les alcanzaban para enfrentarse a los poderosos enemigos que se echaron encima. A lo largo de siglos, los habitantes de estas islas densamente pobladas invadieron sin miramientos vastas zonas de lo que hoy es China, Corea, Indochina y Rusia. Por no mencionar las acciones de la Segunda Guerra Mundial en las que controlaron toda la región del Pacífico Oriental, incluyendo Australia, mientras se enfrentaban a la mitad de los países del planeta.

-No hay banderas. Excepto para señalar quizás los edificios públicos o algunos lugares en especial, en Japón no es frecuente ver la bandera japonesa. Yo lo atribuyo a que no tienen nada qué demostrar, ellos son lo que son y tienen plena conciencia de ello: una civilización refinada, antigua, eficaz, con lealtad y disciplina militar en sus organizaciones civiles; hay un sentimiento de superioridad ante lo externo. Nadie podría decir que es "más" japonés que otro mediante la exhibición de un símbolo. Se es japonés, y punto.