ÁNFORA HÚNGARA
Para Roberta Garza
El día naranja descubre tras el nocturno oleaje
una noche de vendimia
en el lagar de tu habitación.
La tibieza ocurre aquí,
a contraluz de las ventanas.
La luna se asoma dos veces para mis ojos
y tu respiración es pez en marea baja.
Cuento las arenas de tus playas:
cuántos hombres se han aproximado a tu costa
sin advertir los principios del naufragio.
Desde la orilla me tiras línea,
navego hacia ti con un monzón en mis espaldas.
Bebo de un ánfora húngara
que guarda un misterio rojo,
almanaque de abejas
que da a tu boca ácidos racimos
y dulce miel de estío a punto.
Tu voz sucede de lejos,
inaudita y mediterránea:
me bautizas de embriaguez
mientras las sílabas crepitan.
Termina el culto y la paz desciende
sobre el jardín de los jazmines.
MEAR581029
La luz se filtra transparente
en pálidas, repentinas oleadas.
Húmedas serpentinas,
felices hélices, aspavientos,
dorado clarín al alivio del arribo.
Encima la claridad,
los contrafuertes de la mañana.
En competencia franca
el luminoso disco cenital
con los áureos remolinos
tragaluces del mediodía.
DIZQUIERDA
Bebo el champán del pueblo,
me traslado al mítin en proletario corcel.
El claxon toca consignas: Mercedes, Mercedes.
Más tarde, sudoroso de tinta y palabras,
agotadas las instancias,
los problemas se prologan en Le Cirque.
A la hora de los anices
tus palabras me devuelven realidad:
el pueblo unido hace gestos y votos.
Cruzo los dedos, la plaza llena lo anuncia,
somos más de los que pensábamos.
Fidel, es hora de Fidel.
Comunícame al comunista.
ASÍ, VESTIDA
Para buscar dentro de ti,
para conocer tu verdadera desnudez,
hay que asomarse al fondo de tus ojos.
Olvidar que existe tu rostro de asombro
e ignorar tus ígneos pechos,
para encontrar uno por uno los sortilegios
anidados piel adentro.
Y fingir que no existe el arco iris
que circunda tus cabellos.
No me atreví a gozar
de tu furia ni de tu gracia
para no rasgar el velo:
quise hacer tu voz dadora de verdad
a sabiendas de lo imposible.
Aún así la sospecha
siempre atisba el alma:"¿Y si acaso...?"
miércoles, 21 de noviembre de 2007
jueves, 4 de octubre de 2007
DOS POEMAS
para Roberta Garza:
VENUS MERCURIAL
El relámpago está hecho:
el cielo atraviesa las rendijas con su daga.
Un ala como aldaba toca a mi frente:
“Abre los ojos, dime un color”.
La garza se desliza
y su luz provoca a la luz que hiende.
Luego, su silueta se sienta a esperar.
Una novicia baila con el tum tum de la siguiente pieza.
El dinosaurio de pestañas largas e inmóviles
le tiende su largo cuello en escalera:
no está San Jorge, sube pues.
Mis cosas favoritas:
Tu ternura cerval y su arrojo del fuego.
El correo titilando tu estrella
a las dos de la mañana.
Tres, la superficie del espejo que atraviesas
cada día como Venus mercurial.
El cuarto café que revuelves buscando el tono,
el vértigo cinco de esta revuelta.
FOTOGRAFÍA
Te contemplo:
escucho la lengua viva de tu respiración,
tomo forma en la cartografía de tu piel.
¿Cómo será sostener tu barbilla?
¿Tendrán mis manos el ángulo correcto?
En mis labios la sangre se amotina
ante la suavidad inminente de tus rojos.
Tu piel estero.
Y bajo la superficie, sobre la mirada,
tus cejas reman incansables.
VENUS MERCURIAL
El relámpago está hecho:
el cielo atraviesa las rendijas con su daga.
Un ala como aldaba toca a mi frente:
“Abre los ojos, dime un color”.
La garza se desliza
y su luz provoca a la luz que hiende.
Luego, su silueta se sienta a esperar.
Una novicia baila con el tum tum de la siguiente pieza.
El dinosaurio de pestañas largas e inmóviles
le tiende su largo cuello en escalera:
no está San Jorge, sube pues.
Mis cosas favoritas:
Tu ternura cerval y su arrojo del fuego.
El correo titilando tu estrella
a las dos de la mañana.
Tres, la superficie del espejo que atraviesas
cada día como Venus mercurial.
El cuarto café que revuelves buscando el tono,
el vértigo cinco de esta revuelta.
FOTOGRAFÍA
Te contemplo:
escucho la lengua viva de tu respiración,
tomo forma en la cartografía de tu piel.
¿Cómo será sostener tu barbilla?
¿Tendrán mis manos el ángulo correcto?
En mis labios la sangre se amotina
ante la suavidad inminente de tus rojos.
Tu piel estero.
Y bajo la superficie, sobre la mirada,
tus cejas reman incansables.
martes, 4 de septiembre de 2007
jueves, 9 de agosto de 2007
DEFORME INFORME
1.- Existen necios que nunca aprenden de sus errores. Y que seguirán perdiendo ad nauseam.
2.- El "fraude" es un dogma de la fe que profesan los adoradores del pejerro de oro. No ven, no escuchan, no tienen ni necesitan pruebas, no razonan ni argumentan, les gana el sentimiento y la emoción de manera cursi y religiosa, creen a ciegas en una fantasía tropical producto del éxtasis palúdico de su líder. Es por lo menos inmoral, aparte de peligroso, alentar con una mentira las esperanzas de la gente, su necesidad de creer en algo más allá de lo tangible cotidiano.
3.- Se acepta que no estamos en jauja, que tenemos mucha pobreza y grandes problemas; también que poco menos de la mitad de la población aspiraba a ser gobernado por AMLO; pero inculcar a las personas que nuestro actual Presidente es la causa o el resultado de todas nuestras taras, vicios y corrupciones, es transferir al otro nuestras culpas antes que aceptar examinarnos o corregirnos. De ahí lo encarnizado de la violencia verbal, el tamaño de los insultos, la necesidad de encontrar a huevo que existe siempre algo peor a nosotros mismos.
4.- Si Calderón es la fuente de nuestros males, entonces su perversidad es eficacísima.
5.- No existe peor incongruencia ni inmoralidad que la de esos diputados del PRD que ostentan una representación pública producto de nuestro sistema democrático, pero que no reconocen al Presidente electo en el mismo tiempo y forma; que cobran al Gobierno mexicano muy puntualmente sus bonos y dietas, pero que siguen dispuestos a sabotear a México.
6.- Existen necios que nunca aprenden de sus errores. Y que seguirán perdiendo ad nauseam.
2.- El "fraude" es un dogma de la fe que profesan los adoradores del pejerro de oro. No ven, no escuchan, no tienen ni necesitan pruebas, no razonan ni argumentan, les gana el sentimiento y la emoción de manera cursi y religiosa, creen a ciegas en una fantasía tropical producto del éxtasis palúdico de su líder. Es por lo menos inmoral, aparte de peligroso, alentar con una mentira las esperanzas de la gente, su necesidad de creer en algo más allá de lo tangible cotidiano.
3.- Se acepta que no estamos en jauja, que tenemos mucha pobreza y grandes problemas; también que poco menos de la mitad de la población aspiraba a ser gobernado por AMLO; pero inculcar a las personas que nuestro actual Presidente es la causa o el resultado de todas nuestras taras, vicios y corrupciones, es transferir al otro nuestras culpas antes que aceptar examinarnos o corregirnos. De ahí lo encarnizado de la violencia verbal, el tamaño de los insultos, la necesidad de encontrar a huevo que existe siempre algo peor a nosotros mismos.
4.- Si Calderón es la fuente de nuestros males, entonces su perversidad es eficacísima.
5.- No existe peor incongruencia ni inmoralidad que la de esos diputados del PRD que ostentan una representación pública producto de nuestro sistema democrático, pero que no reconocen al Presidente electo en el mismo tiempo y forma; que cobran al Gobierno mexicano muy puntualmente sus bonos y dietas, pero que siguen dispuestos a sabotear a México.
6.- Existen necios que nunca aprenden de sus errores. Y que seguirán perdiendo ad nauseam.
miércoles, 25 de julio de 2007
DISUELTO EN EL ÉTER
Ya no es tanto que se pueda recuperar el monto total del dinero decomisado que a algún "estúpido" se le ocurrió depositar en un banco norteamericano despertando el consecuente apetito de los funcionarios de la DEA (recuérdese que allá el mito del millón de dólares para nunca volver a trabajar en la vida es una fantasía-obsesión de todo ciudadano norteamericano), ahora el problema es que el dinero que eventualmente pudiera recuperarse vía electrónica ya no es el mismo que todos pudimos observar perfectamente enfajillado. A partir de las fajillas y de los números de serie de los billetes y probablemente buscando indicios genéticos en ellos (cabellos, huellas dactilares), rastreando bancos, fechas, sucursales, cajeros, números de operación, era extremadamente fácil llegar a la verdad de su origen (Y claro, llegar hasta conocer los nombres de los delincuentes mayores: quiénes entregaron el dinero a cambio de qué, de eso se trataba para obtener una evidencia firme del hoy sólo presunto delito). Esto ha pasado de ser una mera especulación a una sólida certeza: existió alguien a quien le interesó de manera urgente disolver el cuerpo del delito ante nuestras narices. Desgraciadamente, todo lo que venga después será digno de la incredulidad y del irremediable y buscado olvido. Qué bárbaro, qué buen trabajo, mis respetos.
lunes, 23 de abril de 2007
O JUÁREZ O BIZANCIO
Va quedando demostrado en los hechos que independientemente de clasificarse como delito o pecado, la interrupción voluntaria del embarazo será siempre una decisión que compete a la mujer, pues será ésta quien llevará a cuestas, para toda la vida y a veces con desventajas irreversibles, las cargas morales, de salud, económicas o sociales por llevar a cabo dicho acto. Queda claro que es una situación extrema a la que nadie desea llegar y que falta mucho por hacer en esquemas de educación para prevenir embarazos no deseados. Que la Iglesia Católica, con su particular visión del mundo participe en el debate, me parece correcto y deseable. A fin de cuentas, las mujeres católicas decidirán conforme a su conciencia religiosa, pues aunque se aprueben las disposiciones en cuestión, a ninguna obligarán a abortar. Pero que defendiendo su posición la jerarquía católica intente revivir la violencia cristera que tanta sangre costó a nuestro país, verdaderamente se pasa de la raya. Cuánto daño hizo el ex-presidente Salinas al pretender modernizarnos sacando a los sacerdotes de sus templos. Qué bueno que siempre existan un Juárez o un Círigo que impongan la laicidad y la soberanía de nuestro Estado por encima del pensamiento medieval de estos señores, asombrosamente expuesto con su reciente y bizantina argumentación acerca de la "esperanza piadosa" en la inexistencia del limbo.
Enviado a Opinión del lector de Reforma
Enviado a Opinión del lector de Reforma
martes, 17 de abril de 2007
ESPEJO DE AGUAS NEGRAS
ESPEJO DE AGUAS NEGRAS
Sexenio Juárez espera en lo alto de su nido. A sus pies, extendidas las escleróticas arterias del palpitante valle que se han ido trepando por encima de las piedras y por sobre el polvo. El paisaje es impactante si se considera que lo que está a la vista hace quince o veinte años eran parajes llenos de arbustos, algunos pastizales con borregos, una que otra finca aislada, y que hoy, tabique con tabique, el espacio está rebosante de casas construidas con la precariedad que da la incertidumbre en la tenencia de la tierra.
Sexenio es de edad indefinida, la cara llena de prematuras arrugas que le dan continuidad y mimetismo al personaje. Está y no está. Se encuentra y no. Las últimas casas de la ola de concreto están aquí, donde los vehículos ya no pueden avanzar más que con el riesgo de voltearse. Las pipas que les cobra y les envía el Ayuntamiento cada tercer día desde hace muchas administraciones, llegan tres calles abajo, por lo que los integrantes de la familia Juárez deben abastecer su tambo acarreando el agua en cuatro cubetas y en varios viajes por persona. Nada del otro mundo comparado con el arrastre del propio peso, al menos un par de veces al día, dos kilómetros cuesta arriba y cuesta abajo, hasta llegar a la terminal de los camiones que los llevan al metro.
La última vez que se le preguntó, Sexenio afirmó no estar ni siquiera trescientos metros por encima del valle, a salvo de las inundaciones que estacionalmente desmadran el canal de las aguas negras, negrísimas, que espejean en el fondo, revolviendo brillos. Cuando ocurre el desborde, no tienen manera de subir, pues no hay transporte. No queda más que aguantar la noche y dios quiera que tu hija o tu esposa lleguen con bien. Porque sabe, ni entre nosotros nos respetamos, pues qué le pueden quitar a uno, los diez pesos del pasaje, y más vale que los traigas o te pican y te dejan ai tirado.
Malintzin, la hija mayor, es tan viva como el padre. Su piel es tersa, moreno tenso, y sus ojos se impacientan con la plática de quienes venimos a ofrecerles la posibilidad de mejorar su calidad de vida si votan por el candidato que representamos. Cada palabra nuestra es cuidadosamente medida y atesorada luego de salir de la boca. Aquí no valen los arrepentimientos. Lo dicho, dicho está e incorporado de manera inmediata al larguísimo bagaje de promesas multicolores incumplidas en años que a ellos se les pierden en la memoria.
Ella nos insinúa de unas pláticas que han estado organizando los amarillos. No ha estado en ellas, pero le han dicho. Y están así de gente. Muy difícil remontar la ventaja que ya nos llevan, dice. Le replicamos que una cosa es el Peje y otra a quien representamos, en un nivel de gobierno más cercano a ellos, alguien que verdaderamente les resolverá y asignará un presupuesto para construirles los tanques y dotarlos de las bombas y las tuberías que llevarán el agua potable hasta sus casas. Percibimos su incredulidad, nos damos cuenta que ya conocen completito el guión, la trama y el final de la obra. Dígannos algo nuevo. Para ellos lo único aprovechable sería lo que hoy pudieran obtener gratis de nosotros, y que por cierto, no les traemos: algunas despensas, unos bultos de cemento, el reconocimiento de algo parecido al liderazgo entre sus gentes. Después, que cada quién vote por quien carajos quiera.
Sexenio Juárez nos observa aburrido, convencido de nuestra inutilidad. Una luz se apaga en sus ojos cuando se ha percatado que en verdad (¡cómo!), no traemos dádivas ni “apoyos”. Involuntariamente se le asoma un faro de burla. Corrige de inmediato porque piensa en la remota posibilidad de solicitar luego una chamba si hoy nos demuestra gestualmente el suficiente entusiasmo por nuestra propuesta, si de casualidad ganáramos. Uno nunca sabe.
Por considerarnos mentirosos, a su vez nos miente: asegura representar a por lo menos doscientos vecinos que está dispuesto a llevar el miércoles cuando el licenciado se acerque a las colonias de abajo. Pero va a necesitar cinco camiones y unos dos mil pesos. Ambas partes intuimos la falsedad y la imposibilidad de cumplir con lo que se ofrece y menos aún con lo que se pide a cambio. Entiendo: incluso ganando, no podemos cambiar de golpe su condenada vida, que es lo que él esperaría de todo esto. Por eso nos la pone difícil. Qué tanta gente es capaz de llevar al mítin pasado mañana, él y nosotros lo ignoramos. Pero continuamos diciéndonos las cosas con una seguridad que ni Og Mandino.
Roberto Mendoza Ayala
Sexenio Juárez espera en lo alto de su nido. A sus pies, extendidas las escleróticas arterias del palpitante valle que se han ido trepando por encima de las piedras y por sobre el polvo. El paisaje es impactante si se considera que lo que está a la vista hace quince o veinte años eran parajes llenos de arbustos, algunos pastizales con borregos, una que otra finca aislada, y que hoy, tabique con tabique, el espacio está rebosante de casas construidas con la precariedad que da la incertidumbre en la tenencia de la tierra.
Sexenio es de edad indefinida, la cara llena de prematuras arrugas que le dan continuidad y mimetismo al personaje. Está y no está. Se encuentra y no. Las últimas casas de la ola de concreto están aquí, donde los vehículos ya no pueden avanzar más que con el riesgo de voltearse. Las pipas que les cobra y les envía el Ayuntamiento cada tercer día desde hace muchas administraciones, llegan tres calles abajo, por lo que los integrantes de la familia Juárez deben abastecer su tambo acarreando el agua en cuatro cubetas y en varios viajes por persona. Nada del otro mundo comparado con el arrastre del propio peso, al menos un par de veces al día, dos kilómetros cuesta arriba y cuesta abajo, hasta llegar a la terminal de los camiones que los llevan al metro.
La última vez que se le preguntó, Sexenio afirmó no estar ni siquiera trescientos metros por encima del valle, a salvo de las inundaciones que estacionalmente desmadran el canal de las aguas negras, negrísimas, que espejean en el fondo, revolviendo brillos. Cuando ocurre el desborde, no tienen manera de subir, pues no hay transporte. No queda más que aguantar la noche y dios quiera que tu hija o tu esposa lleguen con bien. Porque sabe, ni entre nosotros nos respetamos, pues qué le pueden quitar a uno, los diez pesos del pasaje, y más vale que los traigas o te pican y te dejan ai tirado.
Malintzin, la hija mayor, es tan viva como el padre. Su piel es tersa, moreno tenso, y sus ojos se impacientan con la plática de quienes venimos a ofrecerles la posibilidad de mejorar su calidad de vida si votan por el candidato que representamos. Cada palabra nuestra es cuidadosamente medida y atesorada luego de salir de la boca. Aquí no valen los arrepentimientos. Lo dicho, dicho está e incorporado de manera inmediata al larguísimo bagaje de promesas multicolores incumplidas en años que a ellos se les pierden en la memoria.
Ella nos insinúa de unas pláticas que han estado organizando los amarillos. No ha estado en ellas, pero le han dicho. Y están así de gente. Muy difícil remontar la ventaja que ya nos llevan, dice. Le replicamos que una cosa es el Peje y otra a quien representamos, en un nivel de gobierno más cercano a ellos, alguien que verdaderamente les resolverá y asignará un presupuesto para construirles los tanques y dotarlos de las bombas y las tuberías que llevarán el agua potable hasta sus casas. Percibimos su incredulidad, nos damos cuenta que ya conocen completito el guión, la trama y el final de la obra. Dígannos algo nuevo. Para ellos lo único aprovechable sería lo que hoy pudieran obtener gratis de nosotros, y que por cierto, no les traemos: algunas despensas, unos bultos de cemento, el reconocimiento de algo parecido al liderazgo entre sus gentes. Después, que cada quién vote por quien carajos quiera.
Sexenio Juárez nos observa aburrido, convencido de nuestra inutilidad. Una luz se apaga en sus ojos cuando se ha percatado que en verdad (¡cómo!), no traemos dádivas ni “apoyos”. Involuntariamente se le asoma un faro de burla. Corrige de inmediato porque piensa en la remota posibilidad de solicitar luego una chamba si hoy nos demuestra gestualmente el suficiente entusiasmo por nuestra propuesta, si de casualidad ganáramos. Uno nunca sabe.
Por considerarnos mentirosos, a su vez nos miente: asegura representar a por lo menos doscientos vecinos que está dispuesto a llevar el miércoles cuando el licenciado se acerque a las colonias de abajo. Pero va a necesitar cinco camiones y unos dos mil pesos. Ambas partes intuimos la falsedad y la imposibilidad de cumplir con lo que se ofrece y menos aún con lo que se pide a cambio. Entiendo: incluso ganando, no podemos cambiar de golpe su condenada vida, que es lo que él esperaría de todo esto. Por eso nos la pone difícil. Qué tanta gente es capaz de llevar al mítin pasado mañana, él y nosotros lo ignoramos. Pero continuamos diciéndonos las cosas con una seguridad que ni Og Mandino.
Roberto Mendoza Ayala
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