De nube inquieta,
de algún silencio que en el sueño es grito,
de insospechada altura
bajaste.
Pudiendo caer a medio océano
y perderte en confusión de olas y encajes,
viniste a dar aquí,
precisa entre mis brazos
abrazando la luz antorcha
de tu cuerpo,
a media noche parida.
El grito soterrado que acallé
en la confusión del sálvese quien pueda,
devino en fractal susurro
que se diluyó en la ramificada espesura.
Una y otra y otra y otra vez saboreo
el golpe súbito,
el instantáneo incendio
que provocó tu inesperada acometida,
cuando la oscuridad huyó a trancos.
Evoco las dulces brasas, tus rescoldos
perfumando el alba.
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