Ayer lunes 12 de febrero de 2018 falleció en su casa de la Ciudad de México mi querido amigo el poeta Carlos Santibáñez.
La mejor manera de recordarlo es leer lo que escribió, pues su vida estaba hecha de y para la literatura.
Transcribo a continuación uno de sus poemas, incluido en su obra Ofrezca un libro de piel (Ediciones Coyoacán, México, 2005).
La mejor manera de recordarlo es leer lo que escribió, pues su vida estaba hecha de y para la literatura.
Transcribo a continuación uno de sus poemas, incluido en su obra Ofrezca un libro de piel (Ediciones Coyoacán, México, 2005).
POR NADA
Doy las gracias
a aquel
que ha querido ser
yo
hasta decir ¡basta!
hace un momento...
Al dios domesticado
que andaba
conmigo con nosotros.
Metido en la covacha
del cráneo
yo también he sacado
--como Lisle--
la vergüenza de ser hombre.
Mi manojo de versos
impúdicos.
A la sombra que merece el elogio
Gracias por Borges
A los atardeceres amenos
Por Sogi: maestro de la estrofa
encadenada al punto de intersección
del poema; encendidos
con la mente en la gran Nada
aspirando el aroma del incienso.
A la altura de la sutra monótona
como humildes acólitos
Damos gracias por Basho
que conoció el relámpago
Parado delante de todo
sin tambalearse a modo de Miss Lowell
A la calma que viene por la senda
ligeramente blanca
Como una carcajada remota
Por la nieve que cae en la cabeza
Con la melancolía del ayer
Que ya no existe.
A los resortes de la noche gracias
Por este fin de sueño que es la vida
Por la crispada serenidad de Chár
A las especies muertas silenciosas
Por todo el alboroto de aquel tiempo
Por los huesos aquellos de Montale
A la rotunda claridad del alba
Por la presencia tácita de Pound
En esta divertida orgía de fantasmas
como sueño que sueña aquel gusano
A la luna esta noche
Por un escalofrío
blanquísimo.
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