DE PURO PLACER BEBO UNA COPA
No es natural que no me deshaga,
no sienta morirme en cada verso,
y que este poema hable sin sangre.
Es que festejar de tus ojos
el sabor que copio en tus labios...
Al mediodía reflejos azules de sierra
reverberaban en tus párpados,
donde lo más salado
era sólo el regalo del Mar Rojo,
y lo muy ácido
una broma alrededor de una copa.
Es la noche y me preguntas
qué quieres,
amartillando la mirada.
No existen desgarraduras.
Paradoja:
¡Si el dolor voló en pedazos
la Noche de Año Nuevo!
Sanseacabó
la frialdad del tiempo
en el paralelo cero de tu vientre…
(¿Ahora miras distinto esa línea?)
Tal vez, sí,
me acostumbre a abandonarme de mí,
a dejarme ser sólo contigo.
Pero una partícula con mi nombre
Bastará para seguir bendiciendo el tuyo.
viernes, 22 de febrero de 2008
lunes, 11 de febrero de 2008
UN CUENTO
EL NOMBRE DE LA NOVIA
El nombre en letras estilizadas nunca pudo imprimirse claramente. Las “eses” aparecían un tanto cerradas en las puntas, un defecto que hacía una notable diferencia con el nombre del novio, el cual, ese sí, estaba perfectamente nítido, legible y pesado.
Cambiamos de esténcil, mandamos a hacer un nuevo positivo fotográfico un tanto quemado para engrosar las letras y evitar el adelgazamiento en las puntas. Para colmo, el nombre de la novia con sus apellidos sumaba cuatro “eses”. El nombre del novio no llevaba ninguna.
Llevábamos ya tres días intentando resolver el problema del mejor modo posible. A los ojos de alguien no tan experto, podría ser pasable la calidad del material. Pero era una cuestión de honor entregar los trabajos de manera impecable, así fuese imperceptible en ellos cualquier variación para la mayoría de las personas.
Se hizo y rehizo la pantalla de impresión varias veces. Nunca se pudieron destapar las letras adecuadamente. El tiempo se nos venía encima y decidimos probar con una tinta adelgazada y un poco más clara, pues el color elegido era un gris medio, para ver si el solvente podría abrir un poco las esquinas que se mantenían obstinadamente cerradas, y también para intentar que el tono disminuyera un poco la visibilidad de los extremos.
Después de muchas pruebas, finalmente nos pareció adecuada una de las muestras. Las trescientas invitaciones debían estar listas para el viernes por la mañana, cuando el novio pasaría a recogerlas, debidamente ensobretadas en papel celofán, para comenzar el reparto entre los numerosos familiares y amigos.
Nuevas contingencias, otros imprevistos, retrasaron nuevamente el trabajo. Alguien había utilizado por error la tinta que habíamos preparado, y debíamos mezclar más, pero el blanco intenso se había terminado. Los sobres de celofán, lo comprobamos de último minuto, eran de un tamaño menor al de las invitaciones, por lo que había la alternativa de comprar nuevos sobres o reducir en un centímetro el tamaño de la invitación. Se optó por lo segundo.
Al comenzar a imprimir, luego de los primeros diez ejemplares, en el esténcil, sobre el nombre de la novia se pegó una pequeña astilla de madera que vino a echar a perder los siguientes diez, hasta que uno de los empleados se dio cuenta. Al retirar la basura, se despegó levemente la película plástica del esténcil, lo que provocó en éste una pequeña grieta que, viendo con poca atención las impresiones subsiguientes, originaba una marca apenas perceptible, pero que de alguna manera constituía una imperfección, una mancha, en el nombre de la novia.
No habiendo otro remedio, pues ya era el jueves, se autorizó la impresión con esa marca de la que sólo nosotros, impresores, con lupa, podíamos dar fe de su existencia. Pensé en los miles de trabajos que a la fecha habíamos realizado en el taller, y sí, me dije, de alguna manera absolutamente todos, por más mecánicos y repetitivos que fueran los procedimientos, llevaban una imperfección, algún sello que hacían denotar las vicisitudes de su elaboración, su procedencia, los trabajos que pasamos para obtener el producto terminado. Casi estaba seguro de poder identificar uno por uno los impresos que habíamos realizado, aún comparándolos con otros iguales hechos en otros talleres: observando la marca en las orillas del papel originadas por los bordes mellados de nuestras cuchillas de corte, comprobando los pequeños grabados en el papel originados por la presión de alguna bisagra colocada a cierta distancia, ubicando algunos repetitivos y microscópicos “piojos” o puntos de tinta…
Sobre las charolas se fueron acumulando las impresiones tan cuidadosamente trabajadas. Tomé una de las de enmedio, ya con la tinta seca y comprobé con satisfacción que nuestros esfuerzos habían culminado con éxito. La impresión estaba nítida, perfectamente a escuadra dentro de la cartulina; la cartulina se encontraba limpia, sin manchas ni dobleces de ningún tipo; el color era el adecuado. Observé con cuidado el nombre de la novia: sí, ahí estaba la marca, disimulada, imperceptible para ojos profanos. Por lo demás ¿a quién podría importarle después de entregadas las invitaciones y llevado a cabo el festejo en el día previsto? Por fortuna, no existían detectives en busca de imperfecciones raras en invitaciones de boda.
A las once de la mañana del viernes, recibí una llamada de mi cliente.
-¿Cómo van con las invitaciones?
- Jorge, nosotros siempre cumplimos –le dije orgulloso.
-pero ¿ya están terminadas?
-¡Claro que sí!, puedes pasar a recogerlas.
Un silencio, un murmullo embarazoso me hicieron notar que algo no estaba bien. Lo de siempre, -pensé. Resulta que el festejo va a ser en otro salón, o que me dieron mal la dirección de la iglesia.
-No importa, luego te explico…se va a cancelar todo. No te preocupes, de todas formas te pago lo que hayas hecho.
Tenían un año de noviazgo. Se llevaban estupendamente. En un par de ocasiones habían viajado juntos, lo que presume que se conocían de manera íntima. Ambos se habían presentado a sus respectivas familias. Por parte de la de él, de origen un tanto humilde, no se hacía otra cosa sino elogiar las buenas maneras y el porte distinguido de esta profesionista urbana, de buena familia e impresionante belleza. De hecho, era hasta exagerada en el cuidado de su figura: casi vegetariana, no fumaba ni bebía, empleaba toda clase de cremas exfoliantes, iba dos veces por semana al salón de belleza, salía diario a correr…
Fue precisamente esa mañana de viernes, ya con anillo de compromiso en mano e invitaciones para boda impresas, que mi cliente se encontró por casualidad con ella: debidamente ataviada en pants deportivos, adentro del auto, con su jefe, saliendo de un hotel de paso cercano al parque donde todas las mañanas ella acostumbraba correr.
No es que la cosa nos importe, después de todo, qué bueno que fue entonces y no luego que se descubrió todo. Pero ¿les digo algo? Nosotros, en el taller, siempre notamos que había algo raro con el nombre de la novia.
El nombre en letras estilizadas nunca pudo imprimirse claramente. Las “eses” aparecían un tanto cerradas en las puntas, un defecto que hacía una notable diferencia con el nombre del novio, el cual, ese sí, estaba perfectamente nítido, legible y pesado.
Cambiamos de esténcil, mandamos a hacer un nuevo positivo fotográfico un tanto quemado para engrosar las letras y evitar el adelgazamiento en las puntas. Para colmo, el nombre de la novia con sus apellidos sumaba cuatro “eses”. El nombre del novio no llevaba ninguna.
Llevábamos ya tres días intentando resolver el problema del mejor modo posible. A los ojos de alguien no tan experto, podría ser pasable la calidad del material. Pero era una cuestión de honor entregar los trabajos de manera impecable, así fuese imperceptible en ellos cualquier variación para la mayoría de las personas.
Se hizo y rehizo la pantalla de impresión varias veces. Nunca se pudieron destapar las letras adecuadamente. El tiempo se nos venía encima y decidimos probar con una tinta adelgazada y un poco más clara, pues el color elegido era un gris medio, para ver si el solvente podría abrir un poco las esquinas que se mantenían obstinadamente cerradas, y también para intentar que el tono disminuyera un poco la visibilidad de los extremos.
Después de muchas pruebas, finalmente nos pareció adecuada una de las muestras. Las trescientas invitaciones debían estar listas para el viernes por la mañana, cuando el novio pasaría a recogerlas, debidamente ensobretadas en papel celofán, para comenzar el reparto entre los numerosos familiares y amigos.
Nuevas contingencias, otros imprevistos, retrasaron nuevamente el trabajo. Alguien había utilizado por error la tinta que habíamos preparado, y debíamos mezclar más, pero el blanco intenso se había terminado. Los sobres de celofán, lo comprobamos de último minuto, eran de un tamaño menor al de las invitaciones, por lo que había la alternativa de comprar nuevos sobres o reducir en un centímetro el tamaño de la invitación. Se optó por lo segundo.
Al comenzar a imprimir, luego de los primeros diez ejemplares, en el esténcil, sobre el nombre de la novia se pegó una pequeña astilla de madera que vino a echar a perder los siguientes diez, hasta que uno de los empleados se dio cuenta. Al retirar la basura, se despegó levemente la película plástica del esténcil, lo que provocó en éste una pequeña grieta que, viendo con poca atención las impresiones subsiguientes, originaba una marca apenas perceptible, pero que de alguna manera constituía una imperfección, una mancha, en el nombre de la novia.
No habiendo otro remedio, pues ya era el jueves, se autorizó la impresión con esa marca de la que sólo nosotros, impresores, con lupa, podíamos dar fe de su existencia. Pensé en los miles de trabajos que a la fecha habíamos realizado en el taller, y sí, me dije, de alguna manera absolutamente todos, por más mecánicos y repetitivos que fueran los procedimientos, llevaban una imperfección, algún sello que hacían denotar las vicisitudes de su elaboración, su procedencia, los trabajos que pasamos para obtener el producto terminado. Casi estaba seguro de poder identificar uno por uno los impresos que habíamos realizado, aún comparándolos con otros iguales hechos en otros talleres: observando la marca en las orillas del papel originadas por los bordes mellados de nuestras cuchillas de corte, comprobando los pequeños grabados en el papel originados por la presión de alguna bisagra colocada a cierta distancia, ubicando algunos repetitivos y microscópicos “piojos” o puntos de tinta…
Sobre las charolas se fueron acumulando las impresiones tan cuidadosamente trabajadas. Tomé una de las de enmedio, ya con la tinta seca y comprobé con satisfacción que nuestros esfuerzos habían culminado con éxito. La impresión estaba nítida, perfectamente a escuadra dentro de la cartulina; la cartulina se encontraba limpia, sin manchas ni dobleces de ningún tipo; el color era el adecuado. Observé con cuidado el nombre de la novia: sí, ahí estaba la marca, disimulada, imperceptible para ojos profanos. Por lo demás ¿a quién podría importarle después de entregadas las invitaciones y llevado a cabo el festejo en el día previsto? Por fortuna, no existían detectives en busca de imperfecciones raras en invitaciones de boda.
A las once de la mañana del viernes, recibí una llamada de mi cliente.
-¿Cómo van con las invitaciones?
- Jorge, nosotros siempre cumplimos –le dije orgulloso.
-pero ¿ya están terminadas?
-¡Claro que sí!, puedes pasar a recogerlas.
Un silencio, un murmullo embarazoso me hicieron notar que algo no estaba bien. Lo de siempre, -pensé. Resulta que el festejo va a ser en otro salón, o que me dieron mal la dirección de la iglesia.
-No importa, luego te explico…se va a cancelar todo. No te preocupes, de todas formas te pago lo que hayas hecho.
Tenían un año de noviazgo. Se llevaban estupendamente. En un par de ocasiones habían viajado juntos, lo que presume que se conocían de manera íntima. Ambos se habían presentado a sus respectivas familias. Por parte de la de él, de origen un tanto humilde, no se hacía otra cosa sino elogiar las buenas maneras y el porte distinguido de esta profesionista urbana, de buena familia e impresionante belleza. De hecho, era hasta exagerada en el cuidado de su figura: casi vegetariana, no fumaba ni bebía, empleaba toda clase de cremas exfoliantes, iba dos veces por semana al salón de belleza, salía diario a correr…
Fue precisamente esa mañana de viernes, ya con anillo de compromiso en mano e invitaciones para boda impresas, que mi cliente se encontró por casualidad con ella: debidamente ataviada en pants deportivos, adentro del auto, con su jefe, saliendo de un hotel de paso cercano al parque donde todas las mañanas ella acostumbraba correr.
No es que la cosa nos importe, después de todo, qué bueno que fue entonces y no luego que se descubrió todo. Pero ¿les digo algo? Nosotros, en el taller, siempre notamos que había algo raro con el nombre de la novia.
martes, 5 de febrero de 2008
CANTALETAS Y PATALETAS
Ya es tiempo que el IFE o la Secretaría de Gobernación aperciban e impongan una severa sanción económica al PRD, por las acciones ridículas de uno de sus integrantes que se hace llamar "presidente legítimo" de México, quien recorre todo el país bajo ese "cargo", insultando, e incitando de todas las maneras posibles a los mexicanos al enfrentamiento y a la rebelión, y sosteniéndose de los recursos que recibe del presupuesto de su partido, que todos los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos.Que yo sepa, presidente legítimo de México sólo hay uno: se llama Felipe Calderón Hinojosa, y no se puede permitir que este individuo haga lo posible por desestabilizarnos o confrontarnos, asumiéndose de manera inmoral como lo que no es.Ahora sutilmente amenaza con la violencia popular si no se le permite exponer en los medios sus argumentos contra la "privatización" de PEMEX.A este engañabobos no le faltan ignorantes seguidores; imprudente sería entonces exiliarlo o meterlo a la cárcel, sanciones previstas en varias de las leyes que dicho personaje infringe cotidianamente; pero bien puede neutralizársele imponiéndole una ejemplar y dolorosa multa al partido que de mala gana lo cobija. O se es parte del sistema democrático o no se participa en él: el PRD escarmentaría y tendría que determinar si en lo sucesivo apoyaría y permitiría desplantes como el de este su candidato perdedor, hoy una vergüenza para México, que ya fastidia con su cantaleta y sus pataletas.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
XILITLA
Más allá de la sangre,
Eduardo sin duda reina por donde se mire.
En cada capullo florece su linaje,
donde amarillas arañas tejen entre las orquídeas
sus temblorosos fulgores de seda.
El gran ojo que todo lo observa,
nos mira pasar uno a uno:
hay quien se hace guillotinar en San Pedro.
Los caminos conducen directo al musgo,
a las embarcaciones de flores de lis
y a las columnas que sostienen el aire.
Las escaleras se entierran
en los sótanos de la selva
donde un ido mono araña grita
enterrado entre las baldosas.
La ballena de pronto
sale a flote para escribirnos:
“Soy Nautilus, avión, féretro y acuario”.
Y a medio bosque
recorrido en palanquín de piedra,
se descubre la madera,
el molde,
el cemento cementerio de la Obra Negra:
catedrales verdes sumergidas en la bruma.
El bambú baila bamboleándose:
quiere imitar al Arte hoja por hoja.
En tanto una cascada es
transparencia de azules flores navegantes,
collar de reflejos rojos.
La noche llegará espléndida y ruin
a deshacerlo todo para comenzar de nuevo.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
CUATRO POEMAS
ÁNFORA HÚNGARA
Para Roberta Garza
El día naranja descubre tras el nocturno oleaje
una noche de vendimia
en el lagar de tu habitación.
La tibieza ocurre aquí,
a contraluz de las ventanas.
La luna se asoma dos veces para mis ojos
y tu respiración es pez en marea baja.
Cuento las arenas de tus playas:
cuántos hombres se han aproximado a tu costa
sin advertir los principios del naufragio.
Desde la orilla me tiras línea,
navego hacia ti con un monzón en mis espaldas.
Bebo de un ánfora húngara
que guarda un misterio rojo,
almanaque de abejas
que da a tu boca ácidos racimos
y dulce miel de estío a punto.
Tu voz sucede de lejos,
inaudita y mediterránea:
me bautizas de embriaguez
mientras las sílabas crepitan.
Termina el culto y la paz desciende
sobre el jardín de los jazmines.
MEAR581029
La luz se filtra transparente
en pálidas, repentinas oleadas.
Húmedas serpentinas,
felices hélices, aspavientos,
dorado clarín al alivio del arribo.
Encima la claridad,
los contrafuertes de la mañana.
En competencia franca
el luminoso disco cenital
con los áureos remolinos
tragaluces del mediodía.
DIZQUIERDA
Bebo el champán del pueblo,
me traslado al mítin en proletario corcel.
El claxon toca consignas: Mercedes, Mercedes.
Más tarde, sudoroso de tinta y palabras,
agotadas las instancias,
los problemas se prologan en Le Cirque.
A la hora de los anices
tus palabras me devuelven realidad:
el pueblo unido hace gestos y votos.
Cruzo los dedos, la plaza llena lo anuncia,
somos más de los que pensábamos.
Fidel, es hora de Fidel.
Comunícame al comunista.
ASÍ, VESTIDA
Para buscar dentro de ti,
para conocer tu verdadera desnudez,
hay que asomarse al fondo de tus ojos.
Olvidar que existe tu rostro de asombro
e ignorar tus ígneos pechos,
para encontrar uno por uno los sortilegios
anidados piel adentro.
Y fingir que no existe el arco iris
que circunda tus cabellos.
No me atreví a gozar
de tu furia ni de tu gracia
para no rasgar el velo:
quise hacer tu voz dadora de verdad
a sabiendas de lo imposible.
Aún así la sospecha
siempre atisba el alma:"¿Y si acaso...?"
Para Roberta Garza
El día naranja descubre tras el nocturno oleaje
una noche de vendimia
en el lagar de tu habitación.
La tibieza ocurre aquí,
a contraluz de las ventanas.
La luna se asoma dos veces para mis ojos
y tu respiración es pez en marea baja.
Cuento las arenas de tus playas:
cuántos hombres se han aproximado a tu costa
sin advertir los principios del naufragio.
Desde la orilla me tiras línea,
navego hacia ti con un monzón en mis espaldas.
Bebo de un ánfora húngara
que guarda un misterio rojo,
almanaque de abejas
que da a tu boca ácidos racimos
y dulce miel de estío a punto.
Tu voz sucede de lejos,
inaudita y mediterránea:
me bautizas de embriaguez
mientras las sílabas crepitan.
Termina el culto y la paz desciende
sobre el jardín de los jazmines.
MEAR581029
La luz se filtra transparente
en pálidas, repentinas oleadas.
Húmedas serpentinas,
felices hélices, aspavientos,
dorado clarín al alivio del arribo.
Encima la claridad,
los contrafuertes de la mañana.
En competencia franca
el luminoso disco cenital
con los áureos remolinos
tragaluces del mediodía.
DIZQUIERDA
Bebo el champán del pueblo,
me traslado al mítin en proletario corcel.
El claxon toca consignas: Mercedes, Mercedes.
Más tarde, sudoroso de tinta y palabras,
agotadas las instancias,
los problemas se prologan en Le Cirque.
A la hora de los anices
tus palabras me devuelven realidad:
el pueblo unido hace gestos y votos.
Cruzo los dedos, la plaza llena lo anuncia,
somos más de los que pensábamos.
Fidel, es hora de Fidel.
Comunícame al comunista.
ASÍ, VESTIDA
Para buscar dentro de ti,
para conocer tu verdadera desnudez,
hay que asomarse al fondo de tus ojos.
Olvidar que existe tu rostro de asombro
e ignorar tus ígneos pechos,
para encontrar uno por uno los sortilegios
anidados piel adentro.
Y fingir que no existe el arco iris
que circunda tus cabellos.
No me atreví a gozar
de tu furia ni de tu gracia
para no rasgar el velo:
quise hacer tu voz dadora de verdad
a sabiendas de lo imposible.
Aún así la sospecha
siempre atisba el alma:"¿Y si acaso...?"
jueves, 4 de octubre de 2007
DOS POEMAS
para Roberta Garza:
VENUS MERCURIAL
El relámpago está hecho:
el cielo atraviesa las rendijas con su daga.
Un ala como aldaba toca a mi frente:
“Abre los ojos, dime un color”.
La garza se desliza
y su luz provoca a la luz que hiende.
Luego, su silueta se sienta a esperar.
Una novicia baila con el tum tum de la siguiente pieza.
El dinosaurio de pestañas largas e inmóviles
le tiende su largo cuello en escalera:
no está San Jorge, sube pues.
Mis cosas favoritas:
Tu ternura cerval y su arrojo del fuego.
El correo titilando tu estrella
a las dos de la mañana.
Tres, la superficie del espejo que atraviesas
cada día como Venus mercurial.
El cuarto café que revuelves buscando el tono,
el vértigo cinco de esta revuelta.
FOTOGRAFÍA
Te contemplo:
escucho la lengua viva de tu respiración,
tomo forma en la cartografía de tu piel.
¿Cómo será sostener tu barbilla?
¿Tendrán mis manos el ángulo correcto?
En mis labios la sangre se amotina
ante la suavidad inminente de tus rojos.
Tu piel estero.
Y bajo la superficie, sobre la mirada,
tus cejas reman incansables.
VENUS MERCURIAL
El relámpago está hecho:
el cielo atraviesa las rendijas con su daga.
Un ala como aldaba toca a mi frente:
“Abre los ojos, dime un color”.
La garza se desliza
y su luz provoca a la luz que hiende.
Luego, su silueta se sienta a esperar.
Una novicia baila con el tum tum de la siguiente pieza.
El dinosaurio de pestañas largas e inmóviles
le tiende su largo cuello en escalera:
no está San Jorge, sube pues.
Mis cosas favoritas:
Tu ternura cerval y su arrojo del fuego.
El correo titilando tu estrella
a las dos de la mañana.
Tres, la superficie del espejo que atraviesas
cada día como Venus mercurial.
El cuarto café que revuelves buscando el tono,
el vértigo cinco de esta revuelta.
FOTOGRAFÍA
Te contemplo:
escucho la lengua viva de tu respiración,
tomo forma en la cartografía de tu piel.
¿Cómo será sostener tu barbilla?
¿Tendrán mis manos el ángulo correcto?
En mis labios la sangre se amotina
ante la suavidad inminente de tus rojos.
Tu piel estero.
Y bajo la superficie, sobre la mirada,
tus cejas reman incansables.
martes, 4 de septiembre de 2007
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