jueves, 15 de octubre de 2009

PANTEONES, LÍNEA DOS

Triste el olor de las flores muertas.
Un pensil abandonado
yace en el recuerdo del perfume.

Las construcciones son lajas
de fragmentados laberintos.
En los callejones sin salida de esquinas vírgenes
falsas flores se replican en altares.

La lluvia es un tzompantli que se interroga:
¿Por qué aquí los muertos?
¿Por qué sólo las tronchadas flores?

El incómodo silencio
rompe un niño que quiere pecho.
Se abren puertas y el aroma llega:
es humedad de sepulcros,
cempazúchitl fermentado.

Estamos a nivel, hermanos:
¡No que no éramos iguales..!

El tiempo se detiene un poquito
en cien metros de andén pintados
con tierra gris de camposanto.

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