martes, 5 de agosto de 2008

Pena de muerte: irremediablemente injusta

Cíclicamente surge la polémica: pena de muerte, ¿sí o no? En estos días, cuando a todos ha causado indignación el secuestro y asesinato de un joven de catorce años (e imagino que no pocos hemos tenido el vergonzante sentimiento de desear la muerte de aquel o aquellos que hayan cometido dicho crimen), no han faltado hasta legisladores que colocan de nuevo el tema sobre la mesa.

Por otra parte, como mexicanos hemos estado pendientes de la sentencia de muerte que en Texas pesa sobre un connacional; y estoy seguro que más allá de cualquier presunción de inocencia o culpabilidad, o deficiencias en el proceso, todos nos hemos sentido consternados ante la sola posibilidad de la ejecución de esta persona.

Para mí la lección es clara: si existiera en México la pena de muerte, por más terrible que pudiera ser un crimen, o por más evidente que fuese la culpabilidad de alguien, nuestro sistema judicial, por su misma naturaleza humana, eventualmente podría cometer una irreparable injusticia en la persona de un inocente.

Considero que sólo por esa posibilidad: la de un error o un abuso, sólo por ese probable inocente condenado, no tiene sentido instaurar en México la pena de muerte; ni debería tener cabida en ningún país del mundo que se precie de ser humanitario o democrático.

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